Capítulo 15

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Dos días después que Dean durmiera en casa de Castiel y que al día siguiente salieran juntos casi ni bien despertaran con rumbo a la oficina, aún no se habían quedado a solas, algo que él agradecía profundamente. Ninguno de los dos tocó el tema durante el trayecto ni cuando estuvieron a solas por dos horas en la oficina, sino que se centraron en unos proyectos que tenían pendientes de revisar, así es que Dean se había salvado de justificar o pedir alguna clase de disculpa por su actuar.

Dejó la carpeta que tenía en las manos a un lado de su escritorio y se pasó la mano por la cara en señal de frustración. Su cuerpo parecía que no se podía satisfacer con nada, ni con su mano ni mucho menos con Liz a la que había ido a ver el día anterior y por más que intentó estar con ella, simple y humillante, no pudo obtener ni siquiera una media erección. Con un bochorno que no sentía desde chiquillo, se disculpó por sentirse tan cansado y cuando quiso cortar con ella, no pudo hacerlo ya que Liz cayó de rodillas e intentó hacerle una mamada que lo único que produjo en él fue un rechazo casi físico.

Solo pudo levantarla del suelo, vestirse y salir como si la casa estuviera en llamas. Ella no lo detuvo ni tampoco dijo nada, solo lo dejó irse y no había vuelto a llamarlo, lo que no sabía si le debía preocupar o incomodar. Lo que sí esperaba era que no llamara y que las cosas se dieran por sentado entre ellos. Si bien no era un corte limpio ni caballeroso, Dean, no se sentía de humor para dramas sentimentales.

—Dudo que ella se lo tome bien si no la llamas.

La voz de Miguel lo hizo dar un brinco que casi lo hace chillar como niña. Miguel estaba sentado frente a él mirándolo con una expresión que solo decía que se la estaba pasando de lo lindo. Lo fulminó con la mirada y se intentó acomodar la ropa más por manía que porque estuviera desarreglado.

—No sabes tocar —gruñó Dean ignorando lo que dijo porque no tenía ni fuerzas ni ganas para averiguar a qué jodidos se refería.

—Toqué y tú me hiciste pasar —respondió Miguel con una sonrisa que solo hizo querer bórrasela.

—Pues qué mal por mí porque tengo trabajo, así es que lárgate.

Sin embargo, su amigo no se movió y solo lo quedó mirando con esa sonrisa de suficiencia porque sabía lo que le pasaba, aun así no se lo decía y Dean no quería pensar más en lo que pasó entre Castiel y él.

O lo que pudo pasar.

—¿Qué pasó entre Castiel y tú hace unos días? —Preguntó Miguel y él que justo había comenzado a beber de su café frío se atragantó con el trago que dio al escuchar la pregunta directa de su amigo.

—¡Nada! —la voz de Dean salió chillona y apagada debido a que le escocía la garganta. Miguel solo le alzó una ceja de forma interrogativa. Una vez que pensó que su voz saldría más apegada a su tono normal, respondió muy a su pesar— Lo llevé del bar a su casa y como habíamos bebido tanto, me quedé a dormir con él. Es decir, en su habitación ¡DE NVITADOS! —prácticamente gritó eso último haciendo que Miguel soltara una risa que no le vino nada bien.

—Ya, deja de comportarte como si hubieran tenido sexo y cuéntame cómo está, ¿va a volver a insistir con el tratamiento?

Dean, sintiéndose abochornado agradeció en silencio que su amigo no insistiera en sus estúpidos desvaríos y decidió contarle cómo su amigo había decido dejar a un lado por ahora el tratamiento para retomarlo cuando estuviera más tranquilo y sin presiones.

—Me alegra que se de un tiempo.

—Sí, Cas merece esa familia propia que tanto desea.

—Sin embargo, una familia con solo un padre, no es una muy buena idea...

El vacío que llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora