Capítulo 9

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Dean se sentía cabreado.

Estaba en su oficina sin saber con exactitud qué hacer con ese humor tan sombrío que tenía y en sus manos tenía un bolígrafo con el que estaba intentando calmar esa ansiedad que lo estaba carcomiendo. Había pasado dos semanas desde aquel excelente domingo que pasara en casa de Cas, al menos había sido genial hasta que conociera a su amigo, su estúpido amigo llamado "Hans el irritante".

Aquella noche, había tomado su auto, pero no se había ido del todo, había avanzado unas cuantas casas y se detuvo al ver por el retrovisor que ese idiota seguía en la puerta de Castiel. Sin apagar el motor, vio por el espejo cómo ellos tenían una corta conversación que terminó con Hans besando a su amigo.

Tiró el bolígrafo con demasiada fuerza hacia la puerta sin pensarlo justo cuando esta se abrió y entró Miguel. Dean lo vio levantar el lapicero y levantar una ceja en una clara reacción de querer preguntar qué había sucedido, pero él no estaba de humor.

— ¿Algo malo te hizo este bolígrafo?

—No.

— ¿Bueno, alguien entonces pateó a tu perro?

—No.

—Ofendieron a tu madre...

—No.

—Te ofrecieron sexo sin protección... ¡ah! No, si hubiera sido el caso estarías mucho más relajado y de mejor humor.

Dean no pudo evitar sonreír mientras su amigo de toda la vida se sentaba frente a él con una media sonrisa, aún tenía el bolígrafo en la mano lo que significaba que no lo soltaría hasta que le dijera lo que le molestaba.

—Sí, al parecer te hace falta sexo, amigo.

—Sí, creo que tienes razón —respondió Dean con el ceño fruncido.

Una revisión rápida a sus recuerdos le hizo ver que desde que había llegado a esa ciudad no había estado con nadie y las veces que había salido con Cas a los bares no había ligado con nadie. Aunque eso podía tener una respuesta muy lógica, la pasaba tan bien con Cas que dejaba de lado cualquier ligue. Tampoco era que hubieran salido a "varios" bares juntos.

—Háblame, Winchester.

—Es que... creo que están jugando con los sentimientos de un amigo —bien podía sacarse de las entrañas lo que le jodía la bilis sin decir de quién hablaba—. No quiero que la pase mal.

Porque en realidad era eso lo que lo tenía tan cabreado, que estuvieran jugando con su amigo.

Sí, claro que era eso.

—Y... este amigo es...

—Dime, ¿podrías tú estar con alguien a distancia y también negarlo? ¿Podrías dejar que alguien te bese solo por los buenos tiempos?

En cuanto vio la expresión que Miguel le dio, supo —aunque fuera loco y poco probable de asegurar, pero lo sabía— que él sabía de quien estaba hablando, eso hizo que se pusiera a la defensiva y su espalda optara por estar mortalmente tensa.

—Tal vez, no es lo que piensas —las palabras serenas, casi frías, pero sensatas de Miguel le produjeron un estremecimiento.

Dean no pudo soportar más y se levantó comenzando a caminar por todo el espacio en el que podía moverse.

—Mira, no lo conoces, él es muy... inocente —esto último lo dijo con una leve sonrisa para luego volver a ponerse serio—, seguro que no están realmente, pero este tipo lo debe estar presionando para que sigan con lo que... con lo que fuera que hayan tenido.

El vacío que llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora