Capítulo 13

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Habían pasado diez días.

Había sangrado un poco esa mañana, aun así, Castiel se sentía bien.

Demasiado bien.

Entró en el área de gerencia y encontró a Dean hablando con Catarina, en sus manos tenían papeles a los cuales estaban revisando con sumo interés. Castiel saludó a los dos y con la clara intención de preguntar en qué estaban trabajando, su amigo lo miró entre lo que pareció ser molesto y asombrado.

—Pensé que hoy no vendrías —acusó su sub gerente con voz seria.

—Dean...

—No, tú a mí no me vienes con ningún discurso. Vamos a tu oficina, quedamos que hoy no había gran cosa que hacer y te tomarías el día libre —a medida que Dean hablaba lo iba llevando a su oficina, le quitó la gabardina y el saco obligándolo a sentarse. 

Cuando de la nada sacó una banca para que alzara los pies, Castiel ya tenía suficiente.

—Dean, por favor no exageres —reclamó, Total, ya no era necesario ningún cuidado; pero, al ver que Catarina hizo aparecer una taza humeante de lo que podía darse cuenta era hierbas aromáticas de algún tipo, simplemente no lo soportó más— ¡Ustedes dos son desesperantes! ¡Denme un respiro! —Explotó.

Dean y Catarina se quedaron quietos mirándolo como si hubiera derramos sus sesos por toda la oficina. Castiel necesitó respirar profundo y tratar de tranquilizarse o de lo contrario, en realidad reventaría.

—Catarina —habló Dean calmada—, gracias por la infusión, déjala que el señor Novak lo tomará en cuanto se tranquilice —su secretaria quien con una sonrisa algo tensa, asintió y salió de su oficina cerrando la puerta tras ella.

—Acabo de sangrar —soltó Castiel derrotado, su propia voz la escuchó distante.

— ¿Sangrar?

Castiel asintió y se hundió en su sillón.

Pensó que para ese momento, él ya estaría con náuseas y mareos, pero hasta ahora no había sentido nada. Su madre le había dicho que ella jamás había sentido ningún malestar salvo una que otra vez cuando se excedía en algún capricho al comer, pero jamás había tenido ningún contratiempo. Castiel quería pensar que él sería igual, pero algo le decía que ese no era el caso, lo que quedó confirmado cuando esta mañana después de bañarse, había sangrado. Eso no era una buena señal y lo sabía, aun así no tuvo la fuerza para ir al hospital y hacerse ver.

No podía porque sabía que le dirían que él había fracasado.

—Vamos a que te revisen —reaccionó Dean luego de haberse quedado casi congelado con lo que le había dicho.

Dean tomó su saco y gabardina justo cuando entraba Gabriel. 

«Bien», se dijo más desanimado Castiel, «otro más para el circo»

—Uy serafín, ¿otra vez Winchester te está atormentando? —Gabriel miró a Dean simulando estar molesto, pero podía verlo preocupado— Eres más estresante para él que los propios síntomas del embarazo.

El silencio que hubo solo hizo que Castiel se sintiera mucho peor.

—Eres un idiota, Gabriel. Cas, voy por mi saco y te espero a fuera.

Después de eso, salió dejándolo a los dos solos.

— ¿A dónde van?

La pregunta sonaba falsa en su amigo, algo le decía que él sabía muy bien lo que pasaba. Estaba seguro que Gabriel solo estaba intentando ser un buen amigo y no agobiarlo más, pero eso solo hacía que Castiel se sintiera más culpable. Él tenía la impresión que no había tenido éxito la concepción debido a sus miedos internos a que no pudiera hacer realidad uno de sus más grandes deseos, el de ser padre.

El vacío que llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora