Capítulo 10

167 27 2
                                    


Los días pasaron y la extraña conversación que tuvo tanto con Dean y Gabriel había quedado atrás; al menos, eso quería pensar Castiel, pero le era más que difícil olvidar todo lo que sucedió ese día porque ahora no podía evitar darse cuenta de que Dean lo miraba siempre, en especial cuando creía que no se daba cuenta de ello.

Castiel iba muy bien con el tratamiento, tomando las pastillas con religiosidad y sin olvidar los cuidados en la alimentación que debía tener; sin embargo, en sus pensamientos estaba siempre Dean y su extraño comportamiento. Ellos no volvieron a tocar el tema de esa conversación, aunque lo intentara, él era evasivo, así que un poco que se había dado por vencido y decidió callar.

Ese día iba a llegar Hans a su oficina, porque ya había vuelto a la ciudad del todo y tenía unos días libres que quería pasarlo con él y ponerse al día sobre su tratamiento y conversar de amigos en común. Aunque todavía estaba en el aire entre ellos lo que pasó la última vez que se vieron, Castiel no quería que su amigo se sintiera incómodo. Y para variar, tampoco ellos habían tocado el tema en las ocasiones que habían hablado al teléfono, así que Castiel se sentía como un idiota flotando entre dos personas que no querían hablar del elefante blanco en la habitación.

Era pasado el almuerzo y había tenido una reunión de trabajo con Dean y un grupo de ejecutivos de la empresa en el salón de juntas, ambos habían salido riendo por lo bien que iba el trabajo, charlando sobre la empresa oriental interesada en los servicios que ellos prestaban y la firma del contrato estaba solo a horas de ser concretada. Comentando eso por el pasillo, había llegado Catarina a informarle que Hans llamó diciendo que llegaría en media hora.

Dean se disculpó y se fue a su oficina dejando a Castiel solo en el corredor con las palabras de Gabriel en la mente sobre que su amigo sentía atracción por él.

«Imposible». Se lo había repetido como un mantra la última media hora en un intento de sacar esa sensación de la mente de que se le escapaba algo muy grande y que era de suma importancia.

En ese momento, estaba ya en su oficina esperando a que Hans llegara cuando su puerta se abrió y Dean entró en ella casi sin anunciarse como era usual en él, más bien parecía algo distraído cuando lo miró con atención.

—Cas, tenía en mente... que te parece si vamos a algún lugar a festejar lo bien que nos ha salido el trabajo estos días. Tenemos pendiente una salida y como hemos estado rebozando de trabajo, pensé que sería una buena ocasión —Dean estaba hablando rápido, no le parecía que estuviera nervioso, y aun así le parecía que algo lo inquietaba a pesar de tener una sonrisa en su rostro.

Castiel no pudo responder a su invitación porque la voz de Hans se dejó escuchar fuerte y clara en toda su oficina, como si hubiera usado un amplificador de voz.

—¡Eso sería fantástico! Castiel y yo podríamos aprovechar eso para platicar y ponernos al día con nuestros asuntos.

Vio a Dean voltear y ponerse muy serio.

—Hans, bien podríamos...

—Sí, bien podríamos ir los tres, no hay problema, solo dejen que termino de guardar mis cosas y salimos —estuvo de acuerdo Dean.

Sin decir más, salió de la oficina tan rápido que lo último que dijo lo escuchó con las justas.

—Hans, sabes que no es necesario, bien podemos encontrarnos en mi casa más tarde. Sé que habíamos quedado, pero...

—No te preocupes, en realidad, no me apetece salir, solo lo dije para molestar a tu amigo, pero al parecer él se lo tomó deportivamente.

Castiel frunció el ceño, no le gustó lo que dijo.

El vacío que llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora