Capítulo 23

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Dean no podía apartar la mirada de Castiel. Esos ojos azules intensos que lo perseguían en sus sueños o cuando cerraba los ojos, incluso cuando los tenía abiertos y su amigo no estaba cerca. No podía creer que estuvieran ambos tan cerca, menos que hubieran dado ese paso tan decisivo en su relación como era el de aceptar sus sentimientos. Porque él tenía sentimientos fuertes por su amigo y si bien fue un cobarde al demorarse en darse cuenta real de ello, ahora sería un hipócrita si lo negaba.

Lo amaba.

Lo sabía ahora y siempre lo supo.

Sonrió al escuchar cómo Castiel le reclamara por no decir lo que sentía, y Dean sabía que era necesario, pero el miedo a que él desapareciera, no se había ido del todo. Era un miedo visceral que al parecer lo tenía grabado en el alma y por alguna razón lo frenaba. Casi se había muerto del miedo cuando Hans había aparecido frente a ellos con la intensión de alejar a Castiel de su lado y él estuvo decidido a no permitirlo, nunca; aunque si se detenía a pensar con mayor tranquilidad, se dio cuenta de que más parecía una estrategia del idiota ese.

—¿A dónde te fuiste, Dean?

Dean reaccionó al escuchar el sonido ronco de la voz de Castiel y sonrió al ver esa expresión de inocencia pura en el rostro angelical de su amigo. Ese gesto de inclinar su cabeza y la forma en que fruncía el ceño, solo lo hacía querer besarlo hasta que se le derritiera el cerebro, así es que lo hizo.

Bajó la cabeza y lo besó.


******

Castiel había visto que Dean se había perdido en sus pensamientos sin apartar su mirada. En un primer momento, pensó que ellos no iban a avanzar en nada, pero cuando lo besó su mundo giró de la mejor manera.

Los labios de Dean eran deliciosos, sus besos osados, su lengua demandante por conquistar cada espacio en el interior de su boca. Su aliento una brisa de libertad y amor cómo nunca antes lo había sentido. Cada barrido de la lengua, cada mordida en sus labios y cada gemido que comenzaba a escucharse de ambos, eran disparos de lujuria que lo hacían desear estar sin ropa. Así es que levantó las manos y comenzó a desabotonar la camisa de Dean gruñendo cuando algún botón se le resistía a pasar por el ojal. 

La risa baja de Dean ante sus esfuerzos por desvestirlo solo lo animaba más. 

—Señor Winch... —de pronto la voz de Catarina fue como un balde de agua fría, mejor dicho helada para Castiel que se quedó congelado en su acción de sacarle la camisa a Dean.

Respiró profundo e intentó apartarse él, pero Dean lo sujetó de la cintura manteniéndolo donde estaba, sin mirar a la Catarina y con la vista en la suya, con la respiración entre cortada y la voz afectada, habló:

—¿Catarina, es urgente lo que vienes a decir?

—No —fue la respuesta titubeante de la secretaria y Castiel no sabía si reír o avergonzarse aún más por ser pillado en una escena nada aconsejable para una empresa.

—Entonces, por favor, ¿puedes dejarlo para más tarde, salir y cerrar la puerta que Hans tan poco atinado dejó abierta?

—Por supuesto, señor Winchester, lo siento, señor Novak... yo... ya me voy. No se preocupen que nadie....

—Catarina —amonestó Dean sin mirarla todavía.

En silencio, la secretaria salió y cerró la puerta. Ambos rieron sin poder evitarlo y cuando se tranquilizaron, Dean le tomó con una mano el rostro y le acarició la mejilla, a Castiel le gustó demasiado aunque se sentía algo tonto.

El vacío que llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora