Había pasado cinco meses desde que Dean estaba en su nueva vida, con un nuevo trabajo, un nuevo amigo, aunque su relación era algo tensa se había mantenido, y desde hacía unas semanas tenía incluso una novia.
Una pareja.
Una relación.
Lissette, era una mujer hermosa, llena de vitalidad, le traía a sus noches, apasionados momentos que él disfrutaba sin dudar y que sería un hipócrita mal parido si decía que no gozaba de sus encuentros nocturnos. Le gustaba tener sexo con ella.
Solo sexo y eso era una putada de su parte.
Dean caminaba en su habitación, inquieto, molesto, pensando en cómo era posible que hubiera terminado saliendo con Liz en una especie de relación que cada vez se estaba poniendo más seria de lo que quería. Y no era que no se sintiera a gusto con ella, era solo que lo que sentía no era lo suficiente como para aceptar una relación que nació de un arrebato.
Un maldito arrebato.
Bebió del vaso de whisky que tenía en la mano sintiendo la quemazón en la garganta, el que no fue suficiente para aplacar lo mal que se sentía cada vez que pensaba en cómo había comenzado con Liz.
Recordó con suma claridad cuando sucedió, siempre lo hacía.
La noche en la que él y Cas habían tenido una seria pelea en su casa después de la fiesta de sus nuevos clientes, Dean había decidido que ya no se metería en la vida privada de su amigo porque su amistad era mucho más importante y si bien estaba consciente de que ellos se conocían muy poco, para él parecía conocerlo de toda una vida, así es que decidió dar por zanjado su malestar por Hans y dejar que su jefe decidiera que era mejor para su vida.
Su relación siguió algo distante hasta que ambos cayeron en la dinámica de volver a estar juntos, llamarse por teléfono e incluso a salir juntos de nuevo. Si bien a Dean le parecía que entre ellos se había formado una sólida pared entre ellos, esta parecía ser muy delgada porque cada vez que estaban juntos, era como un nuevo inicio y eso le gustaba demasiado a Dean como para arriesgarse a perderlo. Sin embargo, el tema muy en el fondo no había quedado del todo zanjado para Dean. Como bien recordaba, varios días después de esa discusión, salieron a un bar con algunos de los trabajadores de la gerencia y la pasaron muy bien hasta que, todos con algunas copas de más, salieron a la pequeña pista de baile que tenía el bar a hacerse los payasos y bailar todos los hombres.
Bailar fue lo último que Dean y Castiel hicieron.
Dean tragó más del licor y después de hacer un gesto de incomodidad por la reacción que había tenido su cuerpo al recordar esa imagen de su amigo, cerca de él en la pista de baile, con esa luz haciendo que sus ojos casi brillaran. Él no podía creer que pudiera encontrar atractivo a un hombre, pero ya no podía negarlo más. Castiel era demasiado hermoso y demasiado peligroso para su autocontrol. Un sorbo más del trago que tenía en el vaso reprimió un quejido bajo el cual forzó a su mente a aceptar que era por la quemazón del líquido y no por el recuerdo de cómo se veía Castiel esa noche.
Dean estaba muy seguro que estuvo a punto de besarlo delante de todos, pero el que lo vieran besando a alguien no era lo que lo inquietaba sino que otra vez, había querido besar a Cas.
Besarlo.
Si no hubiera sido porque alguien se tropezó con ellos rompiendo esa burbuja que los había envuelto, el beso hubiera sido una realidad y estaba más que seguro que no solo hubiera hecho eso.
Mierda.
Su cuerpo había ardido por el deseo de tocar su piel.
Para cambiar el ambiente que se hizo al darse cuenta de lo que pudo haber sucedido, Castiel, bendito sea Cas, le ofreció ir a sentarse y beber algo porque estaba haciendo demasiado calor. Todavía zumbaba en su piel ese momento y eso lo aterró, lo hizo de tal forma que casi sale huyendo, otra vez.
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El vacío que llenas
FanfictionJack está a la cabeza del nuevo orden y el libre albedrío una regla básica para que los humanos sean libres de sus destinos. Él decide dar lo mejor a Castiel para que sea feliz, ¿pero eso será lo correcto? ¿Castiel, al fin podrá tener lo que tanto a...