Semana y media pasó y Castiel no se había embarazado.
Dean estaba parado fuera de la oficina de Castiel sin saber con exactitud si entrar o darse la vuelta e irse a su casa. Hacía diez minutos que le había dicho a Catarina que se fuera y ella reacia había obedecido, ambos estaban muy preocupados debido a que su amigo estaba mostrando signos de estar con depresión y eso no lo podía permitir. Lo malo era que no tenía ni idea de cómo ayudarlo.
Gabriel había sido muy frío cuando le pidió que lo ayudara a levantar el ánimo a Castiel.
—Castiel tiene todo mi apoyo en todo momento —fue lo único que le dijo el muy cabrón y lo dejó parado solo en el salón de su amigo hacía dos noches cuando había podido hablar con él a solas.
Miguel por otro lado, se mostraba preocupado y siempre le daba ideas de cómo podía distraerlo y aunque eran muy buenas ideas, ninguna había podido entusiasmar demasiado a Castiel.
—¿Vas a entrar? —La chirriante voz de Hans se dejó escuchar y él tuvo la imperiosa necesidad de golpearlo.
Sin voltear le respondió.
—Si has venido a levantarle el ánimo a Castiel te pido por favor que te muestres menos sarcástico conmigo y te prometo ser mucho más amigable de lo que jamás podría ser contigo.
—Bien, las cartas sobre la mesa, Winchester. Eso me gusta.
Dean odiaba cuando ya sea Gabriel, Hans o alguna otra persona decía su apellido porque parecía que estuvieran pronunciando una palabra desagradable, así es que cerró brevemente los ojos e intentó respirar profundo un par de veces en vez de mandarlo a la mierda o romperle la cara a golpes porque sentía que estaba acumulando demasiada frustración.
—Por favor, Hans —intentó que las palabras no le salieran en un gruñido, pero estaba seguro de no haberlo logrado—, por Cas, él nos necesita a todos.
El silencio se mantuvo por unos cortos minutos cuando sintió la presencia de Hans casi tocando su espalda. Él se obligó a no retirarse ni mucho menos a reaccionar a cualquier acción que el tipo pudiera hacer.
—Por Castiel soy capaz incluso de decir que somos hermanos.
Sin añadir más, tomó la manija de la oficina de Castiel rosándole el cuerpo y abrió la puerta. Dean se hizo a un lado mientras Hans entraba primero y él lo seguía no muy convencido de si creerle o no a aquella tregua que habían acordado por el bienestar de su amigo.
—Hola, Castiel, ¿listo para salir? —La pregunta hecha en un tono alegre fue ignorada por un Castiel que estaba sentado en el escritorio mirando su monitor como si estuviera trabajando; pero a Dean no lo engañaba, estaba con la vista perdida y con la mente en otro mundo, sin reaccionar, ni responder.
Ambos, Hans y él, se miraron preocupados.
—Hey, Cas, ya es hora de irnos —habló Dean y para su total enferma satisfacción Castiel reaccionó a su voz, pero lo miró con una expresión perdida y triste.
—Hermano —la voz de Hans era un lamento que casi lo hizo estremecer a Dean. No quiso mirarlo porque estaba seguro que incluso hasta estaba llorando y no necesitaba ver más dramas sino ocuparse de su amigo.
Vio a Castiel mirar a Hans y sonreírle triste.
—Sí, solo estaba revisando unas cosas de último minuto.
Apagó todo, movió las cosas que tenía en su escritorio de un lado a otro sin llegar a ordenar nada en realidad, se paró para ponerse su saco y caminar hacia donde ellos estaban y ponerse su gabardina ploma. Cuando se quedó mirando desde la puerta hacia fuera Dean supo que su amigo estaba mucho peor de lo que se pudiera haber imaginado.
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El vacío que llenas
FanfictionJack está a la cabeza del nuevo orden y el libre albedrío una regla básica para que los humanos sean libres de sus destinos. Él decide dar lo mejor a Castiel para que sea feliz, ¿pero eso será lo correcto? ¿Castiel, al fin podrá tener lo que tanto a...