Capítulo 24 - Epílogo

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Un año después.

Dean estaba hablando con el abogado de la empresa revisando uno de los contratos con un nuevo cliente cuándo, cómo un tornado, entró Catarina agitada, casi despeina y con una expresión enloquecida en el rostro, su bolso colgando débilmente de uno de sus hombros.

Él se congeló al intuir que algo grande pasaba.

—Señor Winchester, ya es hora —habló casi histérica la secretaria.

Y cómo si le hubieran encendido un interruptor soltó los papeles que tenía en la mano y salió corriendo de la oficina dejando una estela de risas en la oficina del abogado de la empresa y con a Catarina corrían rumbo al estacionamiento, en el camino de forma torpe sacó sus llaves y juntos subieron al auto haciendo chirriar las llantas al salir del lugar.

—No debí haber venido. ¡Lo sabía! —Golpeó el timón— No debí haber venido. En qué carajos estaba pensando al hacerle caso a Cas en que tenía que venir a la puta oficina justo hoy —se lamentaba no en voz baja su mala suerte de haber venido a la oficina justo ese día.

Catarina, chica inteligente, no decía una sola palabra, solo sujetaba el asa de su bolso como si fuera un rosario al que le estuviera rezando para que todo saliera bien. En eso, sonó un timbre de teléfono y Dean solo presionó más el acelerador como si supiera que esa llamada fuera una alarma de emergencia que le avisara que de no darse prisa, lo iba a lamentar. Agradeció que la llamada fuera al móvil de Catarina y no al suyo, ya que no sería capaz de soltar el volante hasta que llegara al lado de Castiel.

—Sí —chilló gritando Catarina que estaba con los nervios tan rotos como los de él.

—¡Ponlo en alta voz! —Gritó Dean y la secretaria obedeció.

—Winchester quieres calmarte —la voz divertida de Gabriel solo hizo que presionara aún más el acelerador, si eso ya era posible, y rogó para que las películas en donde el protagonista podía librar no solo otros coches sino también semáforos, fuera de verdad—. Tienes tiempo para llegar, así es que sí nos haces un favor a todos y manejas con prudencia, tu ángel de la guardia te lo agradecería mucho —habló más serio.

Aun así, Dean no bajó la velocidad.

Después de colgar, Dean ya casi había llegado a su casa. La casa en la que ahora vivía con Castiel juntos a sus dos mascotas que por fortuna se llevaban muy bien, sin contar que sus actitudes habían variado bastante. Ahora, de verdad parecían mascotas comunes y corrientes.

—Señor Winchester...

—Cata —amonestó Dean.

—Lo siento, ¡es que estoy de nervios! —La voz nerviosa de la secretaria le decía que era muy cierto si es que ya su actitud no se lo había hecho saber— Dean, creo que sería mejor que bajaras la velocidad, no creo que Castiel haga esto sin ti, por algo avisó con anticipación.

Dean sabía que ella tenía razón, y sabía también que si la había llamado primero a ella era porque él con tan solo ver su nombre en el identificador de llamadas, no iba a responder sino salir disparado a lo loco de la oficina.

Lo que había hecho.

—Lo sé, pero es que esto es tan importante para ambos, es algo que Cas quería con tanto... es nuestra nueva familia la que estamos a punto de recibir, Cata. Yo solo quiero... quiero que todo salga bien.

Se sentía partido a la mitad, quería darle el mundo entero a Cas y esta nueva etapa que empezarían era algo que ellos dos anhelaban.

Cuando estacionó su auto en la acera del pórtico, ambos salieron aprisa para ser recibidos por un sonriente Hans que les daba la bien mostrando todos sus perfectos dientes blancos.

El vacío que llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora