La Novia

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Mónica Gil Herrera, la pareja de Asier, estaba en una sala sin ventanas, de paredes blancas, pero sucias. El suelo era de baldosas grises y los únicos muebles que había se encontraban en mitad de la sala: dos sillas negras de plástico (muy poco confortables) y una mesa de madera.

En una esquina, al lado de la puerta, había un surtidor de agua, con una botella de plástico medio vacía y una papelera.

La mujer lloraba en silencio la pérdida de su amor. Las lágrimas caían por sus sonrojadas mejillas.

Su cabello era rubio, ligeramente rizado. Sus ojos, grandes y marrones, casi como los de un corderito y su nariz, respingona.

Ariadna cogió aire antes de abrir la puerta que la separaba de su ex-amiga.

En sus manos llevaba una libreta, con un bolígrafo entre las anillas, y una caja de pañuelos.

Nuestra querida subinspectora detesta ver a alguien llorar. La caja de pañuelos es su mejor aliada en estas situaciones.

Abrió la puerta, entró en la sala y se volvió para cerrar la puerta. La luz fluorescente del techo iluminaba la escena.

Ella caminó, decidida, hacia la mesa y dejó la libreta sobre ella. Dejó la caja de pañuelos al alcance de la entristecida Mónica, quien puso los ojos como platos al reconocer a su amiga.

Una vez los objetos estaban dispuestos en la mesa, se acercó al surtidor, de donde cogió dos vasos de plástico y sirvió el agua. Una vez llenos se acercó a la mesa, dejando uno frente a Mónica.

La subinspectora se sentó (con una postura recta) y dejó el otro vaso a su lado, en la mesa. Seguidamente, apoyó los codos en el mueble y entrelazó sus dedos.

—Ariadna, no sabes cuánto me alegro de verte. Ha pasado tanto tiempo... —empezó a decir Mónica, mostrándose esperanzada a pesar de la situación.

La subinspectora apartó la mirada, dirigiéndola a la libreta; extrajo el bolígrafo de las anillas y abrió la libreta.

El ‹‹click›› del bolígrafo resonó en toda de sala:

—Estoy aquí en calidad de subinspectora, señorita Gil —dijo Ariadna.

La brusquedad en su tono eliminó todo rayo de esperanza en el corazón de Mónica; la tensión se podía cortar con un cuchillo.

Nuestra querida subinspectora tiene muchas dificultades para perdonar a alguien. La pelea que tuvieron ella y Mónica es una herida que aún no había cicatrizado.

—Por lo que veo, ya le han comunicado lo sucedido. Ante todo, le doy el pésame.

Mónica asintió y acercó la mano para alcanzar un fino pañuelo de la caja.

— ¿Qué le ha pasado? —preguntó ella, soltando un sollozo en el aire.

La subinspectora tenía ciertas teorías acerca de la muerte de Asier, pero necesitaba la autopsia para confirmarlas.

—Hemos encontrado al cadáver tumbado en posición fetal en su cama, había restos de bilis en las sábanas. El inspector Vázquez, quien se hace cargo de la investigación sospecha que podía haberse ahogado con su propio vómito debido, quizá, a una intoxicación etílica —contestó Ariadna.

››Pero, personalmente, no comparto su misma teoría. Dada la posición en que hemos encontrado al señor Cuevas, mostrando indicios de haber estado arañándose el vientre minutos antes de fallecer, evidencia que luchó contra un dolor estomacal, pero no provocado por el alcohol, sino por ingesta de un alimento o veneno...

EL AMOR MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora