Fénix

2 0 0
                                        

La noche cayó sobre la ciudad, dejando el paisaje urbanístico en la oscuridad. Las luces de las farolas sustituían las estrellas del cielo, cuya luz quedaba oculta por las nubes, que anunciaban lluvia.

La subinspectora ordenó su escritorio antes de irse.

Nuestra querida subinspectora es muy ordenada, rozando lo compulsivo, especialmente cuando se trata de papeleo relacionado con el trabajo.

El inspector se acercó a su mesa y apoyó las manos en la madera:

—Subinspectora Torres. —saludó él, con una sonrisa en los labios.

—Inspector Vázquez. —respondió Ariadna, devolviéndole el saludo—. Veo que ya se ha cambiado de calzoncillos —añadió ella, riendo.

— ¿Nos vamos? —preguntó Lorenzo.

—Lo siento, hoy no puedo. Tengo que acabar un informe de un caso —se justificó ella.

— ¿No puedes dejarlo para mañana? —preguntó el inspector.

Ariadna negó la cabeza:

—No puedo. El comisario me ha dado un aviso. El departamento con el que he estado colaborando en el caso del incendio se ha quejado por mi retraso en la entrega del informe —se explicó ella—. Me han dado cuarenta y ocho horas de margen para sacar algo en claro de la investigación.

El inspector enarcó las cejas:

— ¿Te refieres al caso del incendio de la fábrica abandonada? —preguntó él.

Ariadna asintió.

—El incendio fue provocado por una colilla de cigarrillo. El departamento sabe que se me da bien resolver este tipo de casos, así que me pidieron ayuda —añadió ella.

El inspector soltó una risotada:

—Creo que es la primera vez que te has retrasado en un informe.

— ¡No tiene gracia, inspector! —exclamó ella—. Como no entregue el informe me echarán de ese caso. —se quejó ella.

— ¿Tan malo sería? —preguntó Lorenzo.

—Me he labrado una reputación, inspector. Saben que soy capaz de resolver cualquier caso. No voy a dejar que el retraso de un informe les haga cambiar de opinión respecto a mí y mi metodología.

El inspector sonrió, admirando el orgullo y determinación que sentía la subinspectora en su trabajo. Pero, a veces, los que son más orgullosos necesitan ayuda de terceras personas, aunque ésta no haya sido requerida:

—Déjame ayudarte con el caso —se ofreció Lorenzo—. Vamos a tu casa y te ayudo —añadió.

La subinspectora frunció el ceño, no muy convencida de esa idea.

—Yo preparo la cena. —propuso el inspector, robándole una sonrisa a Ariadna.

Como prometió, Lorenzo hizo la cena mientras Ariadna sacaba el informe del caso del incendio y lo ojeaba.

—Ponme al día: ¿qué ocurrió exactamente? —pidió el inspector mientras servía la pasta en un plato hondo—. Al parecer, la noche del diez de marzo se declaró un incendio en una fábrica textil abandonada, con el nombre de La Tela de Blanca. Los vecinos, al percatarse del fuego, llamaron inmediatamente a los bomberos quienes se presentaron en menos de cinco minutos. En cuanto las llamas se extinguieron, los bomberos entraron y vieron que el fuego había sido provocado por una colilla, y no solo eso: también había restos de líquido que provocó la combustión. —relató la subinspectora.

EL AMOR MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora