Epílogo

1 0 0
                                    

La inspectora salió del edificio. El coche de su compañero, el inspector Lorenzo Vázquez, se encontraba aparcado en la entrada.

Abrió la puerta y subió al asiento del copiloto.

—Hola —la saludó Lorenzo con una sonrisa en el rostro. Se inclinó para besarla. Ella lo recibió y le devolvió el beso.

— ¿Estás bien? —preguntó él.

Ella se acomodó en el asiento y miró la vista a través del parabrisas:

—Estupendamente. —contestó ella, dibujando una sonrisa en su rostro.

Antes de arrancar el motor y ponerse en marcha, el inspector extrajo un paquete de cigarrillos de su bolsillo y se lo ofreció a Ariadna, quien lo aceptó sacando un cigarrillo de su interior. Lorenzo hizo lo propio; cogió el mechero y encendió su cigarrillo.

La inspectora se pasó el filtro por los labios y se acercó a Lorenzo para que él encendiera el cigarrillo, entonces le dio una larga calada: la mejor de su vida.

Al fin, el vehículo arrancó. Lorenzo puso primera en el cambio de marchas, levantó el pie del freno y lo colocó en el acelerador, pisando poco a poco a la vez que levantaba el otro pie del embrague.

Ariadna, al fin respiró hondo, dejando atrás el pasado con Mónica, con Asier. Ahora solo importaba el ahora.

Una última característica que debemos conocer sobre nuestra querida inspectora: nunca debemos engañarla, porque ella nunca olvida ni perdona los engaños, especialmente los que tienen que ver con el amor.

Amor. Para la mayoría de los seres humanos el amor es ese sentimiento intenso que nos hace ver la vida de otro color. Para Ariadna el amor es como el tabaco: adictivo a cada calada, pero que al fin y al cabo acaba matando. El amor es el cáncer del corazón y cuando el amor muere, el corazón se rompe.

FIN.                

EL AMOR MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora