El Funeral

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Ariadna estaba sentada en la silla de su escritorio, redactando desde su ordenador la solicitud para la orden judicial.

Nuestra querida subinspectora conoce a la perfección el protocolo a seguir para conseguir las grabaciones de algún establecimiento, y conocía a la perfección las consecuencias de no tener una orden judicial. Con esta investigación, tratándose de las personas implicadas en ella, no iba a cometer un solo fallo.

Estaba tan concentrada en las palabras que redactaba, que no vio al inspector acercarse a su mesa:

— ¿A que en estos momentos te estás arrepintiendo de no haberme hecho caso en el taller? —preguntó en tono burlón.

La inspectora se sobresaltó:

— ¡No me puedo creer que haya asustado a Torres! ¡Hoy es un gran día! —exclamó él entre risas.

La subinspectora lo fulminó con la mirada.

— ¿Qué quiere, inspector? —preguntó ella, irritada—. Estoy ocupada, y el tiempo apremia. —añadió.

—Me gustaría invitarte a cenar —soltó el inspector apoyándose en la mesa para observar mejor a su compañera.

‹‹ ¿A cenar? ¿De verdad es tan tarde? ¿Cuánto tiempo llevo aquí?››, pensó ella.

— ¿Qué hora es? —preguntó ella, mirando el reloj de pared.

Casi todos los del departamento se habían ido; a la subinspectora le resultó extraño ver al inspector a esas horas, pues él era la típica persona que llegaba tarde y se marchaba temprano.

— ¡Oh, mierda, es tarde y debo mandar la solicitud! ¡Me haces perder el tiempo! —soltó ella, volviendo la mirada al monitor.

Lorenzo sonrió:

—Es la primera vez que me tuteas. Y creo que es la primera vez que te oigo decir un taco —rio él—. Quedarte hasta tarde en la oficina está afectando a tu comportamiento —añadió.

Ella no dijo nada, fue su estómago el que se quejó de las palabras del inspector:

—Y por lo que oigo, tu cuerpo te está pidiendo una pausa para comer. —dijo él.

—No confraternizo con mis compañeros, y mucho menos con mi superior. —replicó ella.

Envió la solicitud y empezó a levantarse, cogiendo su americana, que se encontraba en el respaldo de la silla. Lorenzo le cortó el paso; sólo unos centímetros los separaban.

Ella lo fulminó con la mirada, levantando el cuello pues él era mucho más alto que ella.

—Pues como superior tuyo que soy, te ordeno que me dejes invitarte a cenar. —sonrió él.

Ella volvió a mirar el reloj, comprobando la hora que era.

—Mi jornada laboral acaba a las cinco y media, así que hasta las nueve de mañana no puedes darme órdenes. Buenas noches, inspector —replicó ella.

Se apartó de Lorenzo y pasó por su lado. Estaba a punto de atravesar la puerta cuando el inspector la cogió de la muñeca y le susurró al oído:

—Robé la grabación del 18 de marzo del taller de Jorge.

Ariadna se volvió para mirarlo; sus ojos se salieron de las órbitas:

— ¡¿Eres consciente de lo que has hecho?! ¡Por tu culpa pueden rechazar la grabación en el tribunal! ¿¡Dónde está!? —exclamó ella.

EL AMOR MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora