La Ceremonia

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Decenas de cámaras y medios se presentaron en la entrada de la comisaría. Esperando a que la nueva inspectora saliera al exterior para hacer un anuncio acerca del caso Cuevas, el cual había quedado resuelto.

Pero primeramente, se llevaría a cabo la ceremonia para ascender a Ariadna en el interior de la comisaría, concretamente en la cafetería, cuyas instalaciones habían sido habilitadas para tal ocasión: las mesas se colocaron a un lado y se aprovecharon las sillas de la cafetería para colocarlas de forma ordenada, mirando hacia un estrado improvisado, el cual tenía sellado el escudo de la policía.

Poco a poco, los compañeros de departamento y hombres de otras unidades fueron tomando asiento. Alex, del departamento anti-incendio, Gabriel de criminología, Lorenzo de homicidios e incluso Gorka y Aitor del Instituto Anatómico Forense, se sentaron en primera fila de la izquierda para tener una vista perfecta del estrado. En la primera fila a la derecha tomaron asiento todos los cargos superiores de la comisaría. Una silla de esa fila estaba vacía, pues quien debía ocuparla —el comisario Francisco Hernández— se encontraba sobre el estrado:

—Señoras y señores de todos los departamentos y unidades, bienvenidos. Hoy es el día en que, merecidamente, quien fue la subinspectora Ariadna Torres pasará por este pasillo —anunció el comisario, señalando el pasillo que se hizo en mitad de la cafetería, separando las sillas en dos sección.

—Subirá al estrado y recibirá la placa dorada, convirtiéndola así, en la nueva inspectora de homicidios Ariadna Torres. ¡Que entre, por favor! —pidió.

Automáticamente, todos volvieron la cabeza hacia atrás y contemplaron a la mujer, desfilando por el pasillo, vestida con su uniforme compuesto por una camisa blanca, corbata negra y unos pantalones azul marino.

Una vez subió al estrado, todos empezaron a aplaudir y vitorear con silbido y exclamaciones:

— ¡Eso es! ¡Así se hace! ¡Bien hecho! ¡Enhorabuena!

El silencio se hizo en el momento en que el comisario extrajo la placa dorada de su caja de terciopelo y la colocó en la solapa de la camisa de quien ahora era la nueva inspectora.

— ¡Enhorabuena, inspectora Torres! —exclamó don Francisco.

Entonces los vítores y aplausos volvieron a romper el silencio de la sala y Ariadna no pudo evitar sonreír.

La joven se posicionó tras el estrado, el micrófono frente a ella:

—Creo que afirmar que resolver este caso ha sido sólo mérito mío, sería un terrible insulto para todos los que están tras esta placa —comenzó ella, mirando la placa, tocándola.

—Ellos también merecen estar aquí, subidos en este estrado. Así que me gustaría que se levanten y suban aquí conmigo —pidió.

Algunos de los presentes sonreían, otros lloraban de la emoción por lo que la inspectora estaba a punto de hacer:

—El subinspector Alex Padilla del departamento anti-incendio —Todos comenzaron a aplaudir cuando Alex se levantó, tímido pero sonriente, y subió al escenario.

—El doctor Gorka Aguirre del Instituto Anatómico Forense y Aitor Mendoza su alumno en prácticas también del Instituto Anatómico Forense —Ambos se levantaron mientras recibían una ovación del público. Subieron al escenario, colocándose al lado de Alex.

—El analista Gabriel Cortés del departamento de criminología —De nuevo, una ovación para el joven que se levantaba de su asiento y subía al estrado.

—Y por último, quien era mi superior hace unos segundos, pero seguirá siendo mi compañero, o eso espero... —El público soltó una carcajada—. El inspector Lorenzo Vázquez.

Una vez todos los nombrados estaban en el escenario, los aplausos se hicieron más fuertes:

—Estos hombres y todas aquellas personas que trabajaron codo con codo para resolver este caso merecen estar aquí. Pero creo que si subimos a más personas aquí, la madera cederá. Muchas gracias. —acabó ella, dejando al público riendo y aplaudiendo.

La inspectora bajó del estrado junto a sus compañeros y amigos de trabajo, pero el día aún no había acabado pues aún quedaba hacer el anuncio frente a los medios acerca de la evolución y resolución del caso.

—Como ya sabrán, la investigación dio comienzo en el momento en que se halló el cadáver de Asier Cuevas Allende, suboficial de la Escala Operativa del parque de bomberos de ésta, nuestra ciudad. Se interrogó a su pareja, Mónica Gil Herrera la misma noche del descubrimiento del cadáver. Se le hizo la autopsia al día siguiente y se encontró una excesiva cantidad de uvas en su organismo y la sustancia que acabó con su vida: etilenglicol. Un veneno que se utiliza para la fórmula del líquido limpiaparabrisas, para los líquidos refrigerantes del motor de los automóviles...

El discurso continuó y todos los reporteros prestaron atención. No interrumpieron el anuncio de la inspectora ni una sola vez.

Todos los canales cubrieron la noticia, descubrieron poco a poco quién era Asier en realidad: un chantajista que mantenía relaciones con mujeres mientras las grababa, sin su consentimiento. Un pervertido sexual asesinado por su pareja, Mónica, quién después de descubrir los vídeos intentó acabar con su vida provocando un incendio y deteriorando la bombona de aire que portaría Asier cuando fuese a apagar el fuego. Y al no conseguirlo, inyectó el veneno en unas uvas que luego él se comería.

Los debates sobre este caso fueron Trending Topic en audiencia, pues había muchas opiniones y ponía en tela de juicio la ética y la moralidad de Mónica: ¿Es justificable asesinar a alguien que ha chantajeado y acosado sexualmente a aquellas mujeres? ¿De verdad era lo correcto?

Poco a poco, la noticia fue perdiendo importancia yse fue apagando, consumiéndose como un cigarrillo en los labios. 

EL AMOR MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora