Capítulo 8

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Despertar luego de un sueño tan hermoso y al lado de Hal fue lo mejor que me podría haber pasado.
Supe que él ya estaba despierto cuando sentí sus dedos acariciando mí cabello, por lo que levanté mí cabeza de su pecho y me apoye en mis codos para verlo.

-Buenos días.- murmuró, con una voz ronca y grave por haber despertado hace poco.

-Buenos días.- sonreí y apoye mí cabeza nuevamente en él.- ¿Podemos quedarnos todo el día así?

Suspiro.- Me encantaría.

-¡Princesa! ¡Princesa!- la desesperada voz de una mujer al otro lado de la puerta y sus golpes en esta, me apresuraron en tomar la bata de seda y correr hacia la puerta, abriéndola de par en par, encontrandome con una de las sirvientas.- Princesa, lamento haberla despertado así, pero el Rey Enrique ha desapare...- se interrumpió a si misma cuando Hal apareció a mí lado sin mostrar el cuerpo, solo asomando la cabeza.

-Marie, hazme un favor y avisales a todos que estoy aquí y que nadie me ha secuestrado o matado.- la mujer asintió, aún en shock por ver al Rey en mí habitación.- Gracias. Puedes retirarte.

-Claro, mí señor.- se dio la vuelta y se fue por el pasillo, volteando de vez en cuando para asegurarse de que lo reciente no había sido creado por su imaginación.

Reí.

Cerré la puerta y Hal no tardó en acorralarme contra la puerta. Acarició mí mejilla con la punta de su nariz y me beso con delicadeza y necesidad al mismo tiempo, una mezcla extraña pero excitante.

Nos separamos, ambos con la respiración agitada, y él me levanto por los muslos, enredando mis piernas en su cadera y caminando hacia la cama. Me acostó en ella y nos observamos sin decir nada.

-¿Puedo devolverte el inmenso placer que me hiciste experimentar anoche?- un sonrojo tiño mis mejillas al recordarlo, pero mí atención estaba completamente en sus palabras.

-¿De que hablas?-

-Debo demostrartelo, pero solo lo haré si tu estás de acuerdo con ello.-

Sus ojos, fijos en los míos, brillaban por la luz que entraba desde la ventana. Tuve la sensación de que podría caer dentro de aquellos ojos.

Asentí con la cabeza y él dejo un beso en mí nariz antes de bajar por mí cuerpo hasta el principio de mí torso, mí entrepierna. Sin dejar de observarme, tal vez esperando alguna reacción negativa de mí parte, reacción que no obtuvo porque yo solo lo contemplaba con curiosidad, levantó aquella parte de mí bata y su aliento produjo estremecimientos al chocar con esa zona.

Su mano subió por mí piernas y sus labios dejaron besos en mis muslos internos. Un suspiro salió de mí boca cuando su pulgar acarició el botón de mí vagina. Empezó en un vaivén despacio y con cuidado, en círculos o de arriba a abajo. Aquel inmenso placer incremento al mismo tiempo en que Hal utilizaba su lengua para penetrarme.

Mis manos apretaban las sábanas de la cama y mí boca soltaba gemidos de placer. Mi cabeza se echaba hacia atrás, como si quisiera enterrarse en el colchón de la cama, y mi pecho subía y bajaba a una rapidez impresionante gracias a mis respiración agitada.

Desde abajo, Hal no despegaba sus ojos de mí rostro y tomaba mis caderas con fuerza, tal vez incluso dejando marcas, sin dejar de provocarme aquel placer inmenso del que me habló.

Su lengua recorría cada espacio al que llegaba y tomaba los líquidos de mi entrepierna, incluso utilizándolo como lubricante para meter sus dedos en mi, hundiendolos sin compasión alguna.

Cuando mí vientre bajo se tenso y experimente una sensación tan desconocida pero placentera en partes iguales, él se levantó y volvió a escalar por mí cuerpo hasta que sus manos quedaron a cada lado de mi cabeza.

-¿Te gustó?- susurró en mis labios. Asentí, aún incapaz de poder hablar, y Hal sonrió.

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 ℳ𝓎 ℒ𝒶𝒹𝓎  || ℛℯ𝓎 ℰ𝓃𝓇𝒾𝓆𝓊ℯ 𝒱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora