Dos guardias entraron en el bar en penumbra y los clientes no tardaron en salir rápidamente. Entré junto a Hal y ambos nos sacamos las capuchas de nuestras capas al pasar el umbral de la puerta.
-Las dueña se queda.- dijo Hal ante las protestas de la mujer. Solo un hombre había quedado dentro del establecimiento y fue quien observó a Hal con sorpresa cuando escucho su voz.
-No quiero llamar tu atención.- murmuró él hombre grande y robusto minutos más tarde, cuando Hal se había sentado frente a él y yo caminaba por el lugar, curioseando.- Y no volveré a pisar el suelo sucio que jure no volver a pisar.
-Reconozco que te he descuidado, Jhon.- respondió Hal y supe por su forma de hablar que aquel hombre era más que un amigo, casi un hermano para mí querido Rey.- Comenzó un nuevo capítulo de mí vida antes de cerrar el anterior. Estás inquietudes ahora son mías solamente, pero el hecho de que sea la primera ocasión de poder decirlas en voz alta a alguien que no sea yo mismo, además de Artemisa, dice mucho. Eso habla de la soledad del puesto en el que me encuentro.- lo observé con pena y pase por su lado, apretando su hombro en señal de consuelo. El tomo mí mano.
<<- Para adaptarme me he visto obligado a aceptar los consejos de hombres cuya lealtad cuestiono a cada momento. A cada momento.- repitió desesperadamente.- Necesito hombres en quien pueda confiar. Estoy aquí porque eres mí amigo.->>
El hombre río con amargura.- Un Rey no tiene amigos. Un Rey solo tiene seguidores y enemigos.
Hal suspiro.- Lamento que la ocasión de esta visita traiga consigo tanta tristeza.- se paró y caminamos hacía la puerta.
Estábamos por irnos cuando aquel hombre lo llamó.
-¡Hal!- volteamos.- Yo iré contigo, solo te pido un favor a cambio. Salda mí cuenta con esta terrible arpía.- rogó.
Sonreí mientras la dueña del bar lo miraba con indignación.
-Por cierto, ¿Quien es usted, señorita?- se dirigió a mí.
-Soy la Princesa Artemisa III de Italia, señor Jhon.- le sonreí con amabilidad.- Es un gusto conocerlo.
-Igualmente.- me devolvió la sonrisa y después murmuró:- Al parecer Hal me tiene que contar muchas cosas.
~•~
-¿Acaso has enloquecido?- exclamó Hal luego de mí decisión de acompañarlo a la guerra contra Francia.
-No.- contesté mientras le señalaba a una de las sirvientas las cosas que tendría que poner en el pequeño baúl.
-Artemisa, por el amor a Dios, podrías morir.- insistió.
-Sabes muy bien que mí padre me enseñó a defenderme en caso de cualquier ataque.- tome una caja de madera llena de dagas y me encaminé a guardarlo pero Hal me detuvo.
-No te defendiste cuando atacaron tu castillo y estuvieron a punto de matarte. Me dijiste que te salvaron tus hermanos.- espetó.
-Perdoname por paralizarme luego de ver cómo mataban a mí madre y hermana.- me solté de su agarré bruscamente, molesta, pero el volvió a detenerme.
-Esta bien. Lo siento, ¿Si? No sabía eso. Perdoname.- acarició mis mejillas y beso mí frente.- ¿Que pasará si yo muero y te quedas paralizada? ¿Y si te matan por eso?
Me quedé callada. Había pensado en esa posibilidad y ya tenía pensada la respuesta.
-Pues al menos moriremos los dos.- me safe de su agarre y pase por su lado, guardando la caja de madera.
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ℳ𝓎 ℒ𝒶𝒹𝓎 || ℛℯ𝓎 ℰ𝓃𝓇𝒾𝓆𝓊ℯ 𝒱
Fanfiction"Me basto verla para descubrir que, en estos años, no la había olvidado un solo momento, que estaba tan enamorado de ella como el primer día." •Mario Vargas Llosa || Travesuras de la niña mala.