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Recta final...



Flashback

—Aun no puedo creer que haya estado en manos de ese monstruo y haya salido viva de eso...— alguien comentó, su voz apenas escuchándose como un murmullo a la lejanía.

Erina intentó abrir sus violetas ojos, encontrándose con el techo blanco y enyesado de un lugar completamente desconocido. Miró al frente, donde había dos hombres que le daban la espalda y que estaban charlando entre sí.

—Aun no puedes interrogarla, Soe— dijo uno, acariciándose la nuca, liberando un suspiro realmente largo.

—Volveremos en cuanto ella se recupere— apoyó el que se suponía se llamaba Soe. Empezaron a caminar a la salida, y Erina alcanzó a ver algo realmente curioso; una placa de la policía —Al menos la pesadilla de Yukihira Soma ha llegado a su fin, con él tras las rejas, ya no podemos esperar más muertes y desesperación.

—En eso te doy la razón— murmuró su compañero —Un poco de paz para toda la mierda que él ha dejado.

—Bien, volveremos mañana— dijo Soe —Quizá la señorita Erina haya abierto los ojos.

Una vez que los oficiales se fueron, Erina levantó levemente el torso en la cama. Sintió que su garganta dolía, como si mil cuchillos se hayan incrustado en su tráquea. El recuerdo de la noche anterior era solo un borrón; había recordado tomar algo de beber y, luego, todo se vuelve blanco. Considerando su resistencia al alcohol y que Soma no le dijo nada, algo realmente malo pasó.

Se escuchó el crujir de la puerta y Erina inmediatamente se puso alerta. Al mirar de quién se trataba, ahogó sus males al fondo de su cabeza y se permitió sonreír de la ironía. Su doctora favorita, su alma gemela perdida estaba ahí; sonriendo a lo descarado.

—No esperé terminar en tu hospital— Erina dijo en un murmullo, apenas podía debido a que el solo hecho de hablar le dolía —¿Cómo lo llevas, Alice?

La albina negó divertida y se posicionó a un lado de la cama. Ella empezó a evaluar los signos vitales de Erina, encontrando todo en perfecto estado y dándole algo leve para la migraña que emergía en su cabeza.

—Jamás creí que serías mi caso, prima— Alice sonrío, colocando la campana del estetoscopio contra la espalda de Erina, evaluando la sanidad de sus pulmones que se enfrentaron a un incendió hace solo unas horas. Considerando que estaba bien, le dijo que todo iba sobre la marcha —¿Qué ha pasado?— cuestionó, tomando una de las sillas y sentándose a un lado de la cama.

—Agradecería que me iluminases un poco— dice Erina, sonriendo apenas con gracia.

—Tu familia, tu novio el psicótico y tú terminaron en un incendio voraz— dice Alice, restándole detalles.

—¿Mis padres?— dice Erina, sintiendo que sus pupilas se dilatan.

—Todos muertos, incluido el abuelo— Alice respondió secamente, encogiéndose de hombros, como si dar esas noticias fuera del pan de cada día.

Alice conocía de primera mano lo que pasaba dentro de la mansión de sus tíos, por lo que, cuando escuchó que estos fueron freídos sin ninguna pizca de tacto, tuvo las ganas de destapar una botella de su mejor champán para celebrar. Sin embargo; estaba frente a unos oficiales de policía cuando la noticia explotó, por lo que se limitó a dar lágrimas de cocodrilo fingidas.

Pero quería ser ella...la que le diera esa noticia a Erina...

Algo se iluminó en el rostro de Erina ¿Todos muertos? Se preguntó, algo en su pecho bailaba con alegría, pero la parte racional de su cerebro le decía que era muy rápido para dar gracias.

FilofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora