06

1.1K 101 12
                                    

—Erina, tengo una pregunta que hacerte—

Dudó, sobre decirle, sobre ser honesto. Que ella le juzgaría y que se marchara de su vista, que tenga miedo de él, que se vaya sin avisar ¿Qué haría sin ella entonces? Es la peor parte de todas, cuando amas con tanta fuerza que sientes que ya no puedes caminar sobre la cuerda de la mentira...

Ser honesto y transparente no eran palabras que estuvieran en su diccionario, pero debe hacerlo, todo porque ella lo vale.

.

.

.

Siente como acaricia suavemente sus cabellos escarlata entre sus dedos y tarareando una canción. De verdad que la ama, le reconforta saber que es solo para él. Sus dedos son suaves como algodón, tiene unas tibias mejillas, siente la respiración caliente en su frente, los suaves labios que se acompasan en un beso sobre su piel, desde el fondo de su corazón pide que esos momentos sean eternos.

—¿Erina?— busca de nuevo su atención, a veces ella se perdía tanto en mimarlo que se olvidaba de su entorno —Mi niña de ojos violetas— dijo con voz ronca cargada de seducción.

—¿Sí?— pregunta con el tono somnoliento la chica.

Soma sonríe un poco cuando la mira levantar el torso desnudo y abrazar una de las almohadas solo para darle toda la atención. Que exquisita vista; su cabello desaliñado, sus pechos apretados contra la almohada, sus labios completamente rojos y esos ojos con cansancio producto del clímax de la perdición. Si tuviera que pedir un deseo, sería el de verla en ese estado eternamente.

—Quiero preguntarte algo— siente como su garganta se seca, la cobardía le hace evadir su mirada, busca refugio en el pecho de la chica y escucha como ella da unas risas inocentes por el atrevimiento de él —Necesito en serio hacerlo, necesito que...— sus labios tiembla, luego de eso Erina guarda silencio.

Los minutos parecían eternos y ella no dejó de acariciarlo en ningún momento.

—Tranquilo— le escuchó decir, Erina inclina su cabeza ligeramente y se frota contra esa cabellera salvaje —Puedes decirme lo que sea—

No, no puede, eso sería lo peor.

—Tengo miedo— sigue sin mirarla.

—Soma— la dulce voz de la chica lo hace quebrarse todavía más —Lo que sea que tengas que decir, eso no cambiará nada de lo que siento por ti—

—Temo que vayas a dejarme solo— movió la cabeza ligeramente y se encontró con la mirada amatista —Porque yo...yo...hice...—

No puedo terminar, fue cortado al sentir los labios de Erina sofocando sus palabras. La dulce niña se abalanzó sobre él, intentando quitarle el aire y hasta su dolor, no quería escuchar cosas tristes, ni lamentaciones, ella lo amaba, lo quería en sobremanera y nunca ha hecho otra cosa más que demostrarlo.

—Deja de decir estupideces, Soma— dijo entre dientes mientras se separaba de sus labios —Yo no podría dejarte, ni ahora, ni nunca—

Soma sentía su pecho arder como lava, no sabe qué hacer con esa sensación, invade completamente su mente y se siente un niño, uno al cual le han dado el mejor regalo de navidad.

—Sabes que jamás te lastimaría, Erina— buscó el rostro de la chica con esa mirada de angustia —Lo sabes, ¿Cierto?—

Ella asintió con la cabeza regalándole una de sus miradas tan encantadoras —Claro que lo sé, me lo dices todo el tiempo—

—Por favor, no lo olvides— Soma dijo en un susurro mientras buscaba rodearla con los brazos —¿Puedes creer en mi cuando nadie más lo haga?—

FilofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora