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Nunca supe si mi motivación tenía una razón. Simplemente buscaba ganar, una, y otra, y otra vez. Todas las veces que fueran necesarias. Nunca era suficiente, tenía que pasar todas las metas que hubiera, tenía que llegar aún más lejos.

Pero vi la victoria desmoronandose ante mis ojos, cuando escuché el balón chocar contra el suelo, y el ruido de la bandera del juez de línea cortando el aire, indicandome que mi remate había sido largo. Los gritos del equipo contrario se hicieron presentes, mientras el referí indicaba que el partido había terminado, y ellas habían ganado. Caí al suelo, milagrosamente de pie, mientras sabía que las miradas de mis compañeras estaban clavadas en el mismo punto que la mía. Dentro de mi propio dramatismo, oí la confianza que me tenían las chicas, quebrarse en mil pedazos, convirtiendose en polvo.

Y me fui, sin dejar que nadie me siguiera, sin dejar que se notara una mínima mueca en mi semblante vacío de emociones. Sin importar lo que me dijeran, lo que me rogaran, lo que me exigieran, ese día había terminado mi carrera en el voleibol.

red cap | t. kageyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora