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Golpee la pelota, viendo como caía del otro lado de la cancha, pasando por al lado de la botella. Tomé otra del canasto, volviendo a lanzarla para arriba y golpearla, esta vez chocandola y tumbandola.

–Akai– la voz de Daichi me interrumpió mientras tomaba otra pelota, logrando que me girara hacia él. Acomodé la gorra para que me quedara mejor sobre los ojos, permitiendome mirarlo mejor.

–Hey– saludé, caminando hacia él, viendo como seguía parado con los brazos cruzados en el mismo lugar, hasta que llegué frente a él.

–Deberías volver al equipo femenino– mis cejas se alzaron, provocando que la gorra se fuera hacia arriba.

–Sigo suspendida.

–Pero no piensas volver cuando termine la suspensión, ¿no es así?– chasquee la lengua, girando mi cabeza hacia la puerta abierta –Michimiya te necesita ahora más que nunca.

Era mentira, Michimiya me necesitaba en estas preliminares. Ahora pensaba abandonar el club, como Daichi y los demás, y necesitaba alguien que la reemplazara. Pero ¿por qué volvería allí? ¿Cómo podría presentarmeles como capitana si no puedo ser el ejemplo que quiero que sigan?.

–Michimiya tenía razón, y la sigue teniendo.

"Akaihana, lo siento, pero... no sé si puedes seguir siendo capitana luego de esto".

–El tiempo cambia a la gente– lo miré con una ceja alzada, suspirando y bajando la visera de la gorra, sonriendole de lado.

–No sabía que eras poeta, Daichi– rio suave, mientras yo golpeaba su brazo de forma amistosa –Vamos, ayudame a cerrar y vamos a buscar a los demás para pedirle a Ukai bolas de arroz.

El rió, y aunque no le correspondía, me ayudó a juntar el salón y cerrarlo.

•••

Estabamos sentados, Daichi, Sugawara, Asahi y Shimizu, en el escalón fuera del local de Ukai, terminando nuestras bolas de arroz en silencio.

Pero como me mandaron a mi a comprarlas, había comprado una sola para cada uno a propósito.

–Me muero de hambre, voy a comprar otra– me levanté del escalón, sacudiendo el polvo del pantalón –¿Alguno quiere otra más?.

Todos bajaron la cabeza, avergonzados, Shimizu incluso sonrojada aunque su rostro no hubiera dado indicio de incomodidad.

–No te preocupes, no deberíamos– articuló Asahi.

–Si, Akai-kun, no te preocupes, ya estamos satisfechos– mintió Daichi, como si no supiera que yo sabía que come mínimo 4 por vez.

–No les pregunté si deberían o no– establecí con voz calma, logrando que los cuatro me miraran –Y sé que no están satisfechos. Lo unico que importa es si quieren más.

Se quedaron mirandome, perplejos, en sus mentes buscando el segundo significado que había puesto en mis palabras, mientras me giraba para volver a entrar al local de Ukai.

–Gracias viejito– salí con las bolsas, sentandome en el suelo frente a los cuatro, tomandolas entre mis manos y estirandolas en su dirección. Un paquete con 3 para cada uno.

–Todos sabemos que es su último año– hablé mientras sonreían, y a punto de comer de nuevo, me miraron nuevamente –Y a nadie le importa si deben o no, si hicieron una promesa hablada o firmada por el mismísimo presidente. Si quieren seguir jugando, sigan. Es tan fácil como eso.

Me levanté y entré al local de Ukai, dejandolos para que hablaran mientras me sentaba en la mesada.

–¡Oye, que...

–Debe ser feo– lo interrumpí, mirando a los cuatro afuera que rompían el silencio después de unos segundos –Estar en tercer año, sabiendo que va a ser tu último partido. Ninguno de ellos va a seguir jugando al voley de manera profesional, no se van a ver tan seguido como ahora, y a partir de ahí serán adultos.

Ukai se quedó en silencio, observandolos, probablemente recordando la primera vez que Daichi pequeño le compró las bolas de arroz post-entrenamiento.

–Quiero que, al menos, tengan una última vez– me giré hacia él, la visera de la gorra lo suficientemente levantada para poder mirarlo a los ojos –Y quiero que ganen.

red cap | t. kageyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora