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Estaba por sacarme la sudadera, cuando vi que Hinata se quedaba en la puerta del gimnasio, girandose hacia nosotros.

-¿Se van a quedar a entrenar?- justo en ese momento, Tanaka me tiró la llave antes de irse, la cual llegué a atajar, contestando su pregunta -¿ME PUEDO QUEDAR? Por favor, Akai-san- llegó corriendo frente a mi, rogandome como un niño pequeño, por lo que reí palmeando su cabeza.

-Obvio que si, no seas bobo- reí, viendo de reojo como el azabache parecía molesto, pero lo ignoré -Kageyama, ¿qué quieres practicar?- pregunté sacandome finalmente la sudadera, dejando ver la remera blanca del Karasuono que tenía aunque no fuera parte del equipo.

-Quiero que remates mis pases, por favor- pidió tan recto y en un tono alto como siempre, por lo que me acerqué a él, apoyando mi mano en su hombro.

-Ya, deja de estar tan tenso- nuestras miradas se conectaron, lo que me servía para que creyera en mis palabras -Puedes confiar en mi, no te voy a comer por ser un año mayor- aunque bueno, si tuvieramos en cuenta el doble sentido de comer en Argentina...

Él solo asintió con la cabeza, quizás algo confundido, pero le resté importancia mientras me acercaba al canasto para tomar una de las pelotas.

-Bien, es una perfecta oportunidad para que practiques recibir, camaroncín- dije mientras me giraba a verlo, notando su leve nerviosismo.

-SI, NO PERDERÉ, AKAI-SAN.

•••

El balón chocó nuevamente contra el piso, sin darle oportunidad a Hinata de siquiera tocarlo, y yo caí de cuclillas, incorporandome sin despegar la mirada del lugar donde había golpeado la pelota.

-¿Y ese qué te pareció?- me sobresalté al escuchar la voz de Kageyama, que estaba peligrosamente cerca mío. Estoy empezando a arrepentirme de ofrecerle mi confianza.

-Ehh...- sacudí la cabeza, recordando el pase -No, si, fue bueno, solo que estoy acostumbrada a rematar pelotas complicadas, nunca la habían acomodado tan directo, pero ya conozco tu manera de hacerlo- le sonreí, esperando el "sí" militar que era tan común en él, pero tardó unos segundos más, como si pensara en lo que le había dicho, por lo que desvié la mirada incómoda -Bueno, ya es tarde. Vamos, les compraré algo para comer, que si se desmayan en el camino Daichi me echara la bronca.

Después de cerrar todo salimos caminando, Hinata con su bicicleta en mano y yo con el skate, hasta que llegamos al negocio que quedaba en el camino, cerca de mi casa. Entré dejando el skate en la puerta, sonriendo al ver al rubio.

-Buenas noches, viejito- él sonrió al verme, mientras yo iba a la sección de dulces.

-¿Otra vez te quedaste entrenando hasta tarde?- preguntó desde el mostrador, mientras yo escudriñaba las góndolas.

-Si, hay dos nuevas adquisiciones de primero que están completamente locos- sonreí recordandolos -Te morirías si los vieras. Oye, ¿ya no hay más barritas proteicas?- me asomé para verlo, notando como sacaba las bolas de arroz de siempre, por lo que sonreí de oreja a oreja -¿Qué haría sin ti, viejito? Dame tres- saqué la billetera, pagandole mientras me entregaba la bolsa.

-Morir de hambre, y recuerda...

-Llegar a casa y comer bien, si, se lo diré al de primero a ver si crece. ¿Puedes creer que mide metro sesenta y juega al voleibol?- él me miró sorprendido y yo solo reí -En fin, algún día lo veras en la tele, hasta mañana, oxigenado.

-Oye, ese es nuevo- llegó a quejarse antes de que cerrara la puerta, escuchando por último mi risa.

red cap | t. kageyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora