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Nota: ¡De regreso! Sigo viva.  Disculpen la demora. La universidad me ha consumido de una manera que no lo esperé. Pensé que iba a poder con ello. Pero entre la virtualidad, la presencialidad, los trabajos prácticas, las lecturas, pues nada. Me quedé sin tiempo apenas para leer, dormir, comer y ducharme xD 

***

Kengkla desapareció bajo la estela de humo negro porque sintió muchas cosas. Por un lado, se sintió raro (de sí mismo), por haber pensado en Techno como un chico lindo, o que podía llegar a ser lindo. Incluso sexy. Por otro lado, horrorizado, por haberse expresado en voz alta. También sintió miedo cuando vio a Techno llorar por horas, y luego a punto de volver a hacerlo.

¿Por qué tendría que afectarle esto? Se supone era un demonio, debía disfrutar la desgracia ajena.

Sin embargo, al cabo de pensarlo detenidamente, terminó dictaminando que la culpa era de Del, con quien esa tarde había hablado bastante.

Kengkla había quedado sorprendido por lo profundo que podía llegar a ser los sentimientos de alguien bajo sus fuertes poderes debido a los pactos que hacía. Ahora Del prácticamente sudaba el nombre de Techno.

—Techno tiene ojos inocentes como los de un inofensivo conejito —Le había dicho Del a Kengkla.

Techno tiene labios finos, hermosos y adictivos. Apuesto a que saben a fresa.

Techno es tan tierno como un lindo pastel de chocolate.

—¿Crees que yo le guste a Techno?

¡Urgh! Aquella era demasiada azúcar para un demonio de clase especial como lo era él.

Pero lo cierto era que, de forma repentina, también surgía otro sentimiento mientras veía a Techno llorar bajo el agua de la ducha. Pena. Pena por ese humano con quien había establecido un pacto.

En las dos semanas que llevaba observándolo, Kengkla le había visto trabajar realmente duro.

Kengkla solía burlarse mucho de Techno, en su defensa tenía razones: ¿Cómo era posible quemar todos los días unos inocentes huevos? ¿Cómo no reírse? Pero pronto, se descubrió deteniéndose a prepararle el desayuno, no tenía drama en hacerlo, puesto que le gustaba cocinar. No sabía bien el por qué. Sólo sabe una cosa, fue un cobarde por huir de esa manera al ver nuevamente los ojos de Techno llenos de lágrimas, pero él no podía soportarlo. Huir fue la mejor opción. Sentía demasiadas cosas. Los sentimientos, el sufrimiento de Techno habían sido demasiado fuertes para un demonio como él. Por ello, la solución más fácil fue desaparecer y aparecer en su mundo, su hábitat de nacimiento.

Era de noche, como siempre lo era allí. La calle que se extendía frente a él estaba desierta. Sólo se veía el humo provocado de su aparición desapareciendo al fundirse con el aire.

El inframundo, a diferencia del mundo bajo el sol, era oscuro. Las luces que alumbraban la calle donde se encontraba parado eran de color rojo (lo que no era mucho).

Aquella desolación era normal, pues era tarde y los demonios, de todas las categorías, se refugiaban en sus casas, o iban a bares para beber y beber.

Kengkla se sintió mejor.

Inspiró el aire, salado y caliente, y murmuró:

—Hogar, dulce hogar.

Quería olvidarse un poco de Techno, del pacto ya sellado, de todo.

No era fácil ser un demonio, no en los tiempos modernos. Ellos vivían de deseos, más específicamente de los deseos humanos. Pero para poder pactar un pacto debían darse ciertas condiciones. En el caso de Kengkla el humano debía ser virgen. No todos los demonios necesitan o pedían lo mismo. Algunos se dedicaban a dar pactos a cambio de la voz. Otros pactaban a cambio de la vida misma, pero éste es especial, ya que lo buscan quienes quieren dar su vida a cambio de la un ser querido.

Por supuesto que también existe el demonio que pacta por el alma ajena, y ese es el mismo Rey de los Demonios, quien a su vez es nada más y nada menos que el padre de Kengkla.

Kengkla no tenía fácil su trabajo, porque al pasar los años, las décadas, se le hacía más y más difícil conseguir humanos vírgenes. Sólo los niños seguían siendo puros, y hoy no era como antes. De hecho, estaba terminantemente prohibido tocar menores. Kengkla agradecía la regla.

Aunque en general, Kengkla odiaba hacer pactos con humanos, pero así sobrevivían ellos, un pacto realizado equivalía a 100 años más de vida. Claro que había una manera de detener esto, pero para él, esa opción no existía.

Sin embargo, con el cambio del mundo, más de la mitad de los demonios estaban extintos, y Kengkla no quería ser uno de ellos, quería ser de los hacían de todo para sobrevivir.  


Nota final: Perdón la demora, aquí sigo ;). 

Gracias por leer, por sus estrellas, comentarios.


Pacto con un Demonio [Klano]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora