Segunda parte: Sexo con un Demonio.

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"Porque a veces, sin querer, me voy sintiendo en soledad, porque también quisiera un abrazo y que dijeran que el mundo no se acaba hoy, porque a veces también me pierdo y me hacen falta palabras que me ayuden a volverme a encontrar"

Edwin Vergara. 

7

Luces rojas adornaban el centro de la habitación. Debajo, había una mesa larga, cubierta por un mantel blanco y mucha comida y bebida servida. El mobiliario alrededor de la sala era antiguo, costoso, todo lo que podía esperarse de la casa del más poderoso de los demonios, el Rey Demonio: Tul. Un cuadro estaba detrás de la cabecera, un cuadro que enmarcaba al Rey y su pareja, en ese momento ausente por una misión de alto rango.

Sin embargo, la parte de la familia que no se encontraba en ninguna misión, estaba reunida alrededor de la mesa.

Can, un joven de cabello negro, piel blanca y  el primer hijo de Tul, y como todos los demonios, vivía de pactos hechos con humanos. Pero Can era categoría especial, él sólo hacía pactos con humanos que sacrificaran su vida por otra persona, a cambio de convertirse en su pareja.

La vida de Can duraría lo que su pareja. Es decir que mientras la tenga a su lado, no necesitaría pactar pactos. En los años que tenía, sólo había tenido tres, las dos primeras, mujeres, decidieron arder en el fuego de lo más profundo del inframundo que permanecer a su lado, pero en el tercero, el actual, Tin, había encontrado un verdadero compañero, tan así, que Tin había pasado por diferentes pruebas hasta ser convertido en un demonio, clase baja, pero demonio en sí.

A los demonios clase baja les era más fácil sobrevivir, ya que se alimentaban del miedo o la desesperación humana, algo tan simple como un humano ofuscado por no encontrar sus llaves le daba alimento suficiente. A Tin en especial le gustaba ver a los humanos caerse, o maldecir cuando se les hacía tarde para alcanzar el tren. En otras palabras cosas pequeñas.

Tin había sacrificado su vida por su hermana mayor. Y cuando conoció a Can, y vio a su hermana vivir una vida plena a través de los años, no se arrepintió de su decisión. Después de todo, también había encontrado la felicidad.

Aquel medio día, Can y Tin estaban en lo del Rey, almorzando, conversando sobre el menor de la familia, Kengkla.

—Así que... ¿Este es su último año de vida si no consigue el contrato? —Preguntó Can a su padre, quien acababa de revelarle dónde y por qué su hermano estaba fuera.

Tul asintió, tomando su copa entre sus manos y bebiendo tranquilo.

— ¿Hace cuánto está allá? —Preguntó Tin pensando que esa semana había ido muy seguido y a diferentes lugares a divertirse y no había distinguido la presencia de Kengkla.

—Creo que será la tercera semana —Contestó Tul, esta vez en un tono más preocupado. Can imitó su gesto.

Todos estaban al tanto que el menor necesitaba encontrar alguien puro, lo que era muy difícil, y alguien inocente. Más difícil aún.

— ¿Por qué se dejó estar tanto? —Se quejó Can.

Sin embargo, de repente, Tul empezó a reírse con fuerza. Can y Tin le miraron.

—Tú hermano ha logrado el deseo del humano, ahora sólo le queda un paso. Es un alivio. No me gustaría perder a un hijo mío por algo como esto ¿Qué clase de demonio sería si lo hiciera?

La familia terminó brindando por los cien años más de vida de Kengkla. Tul tendría cien años más a su hijo, Can a su pequeño hermano querido y Tin una persona de la cual divertirse un poco.

Pacto con un Demonio [Klano]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora