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Tom no tenía tiempo para eso, rodó los ojos mientras levantaba sus manos en forma de rendición.
-Bien, ahora de pie.- dijo la voz firme haciendo que el chico solo se levantara y se girara, quedando cara a cara con la persona.

-Eres una chica.- dijo este algo molesto.- Que diablos haces con una espada?

La joven seguía apuntando a su cuello, frunció el ceño mientras inspeccionaba que no tuviera alguna arma que usar en su contra.
-No es por ser aguafiestas pero como se supone que te defenderás con esto?- preguntó de repente, robándole la varita al chico.

Tom la miró demasiado molesto e intentó quitársela pero ella lo volvió a amenazar con cortarle el cuello.
-Quieres que te lo demuestre? Puedo matarte si lo deseas.- le dijo este algo nervioso, estresado por tener que aguantar a una chica insolente.

Ella ahora miraba chico fijamente, queriendo saber por que era tan desconocido.
-Como es que nunca te he visto por aquí?- preguntó algo curiosa.

-Acaso te importa?- le respondió este cansado de la situación.
-Por algo he preguntado.- dijo ella.- No eres de aquí, cierto? De donde vienes? Y lo más importante, para que vienes?- le volvió a preguntar mira tes lo miraba, de pies a cabeza.

Tom negó.
-Esto es ridículo, te ordeno que me devuelvas mi varita inmediatamente.- le dijo este más molesto.

La chica solo sonrió divertidamente.
-Vaya... dado que tú no tienes una espada en la mano... no creo que estés en condición de pedir, además... para que quieres tanto esta... varita has dicho?- preguntó ella.

Seguido eso, Tom no respondió. En su mente, ya la había torturado y matado siete veces. Y fue en el momento que ella simplemente rompió la varita partiéndola en dos.

Acababa de romper su varita.
-Te voy a matar!- gritó el chico aprovechando el momento en que ella había bajado el arma, lanzándose sobre la chica.
-Tranquilo! Solo es un palo!- le decía ella tratando de salir.

-Un palo!? Un palo!? Te das cuenta de que ahora no tengo protección alguna!?- le dijo quitándole la espada de golpe.

Tom ahora estaba encima de la chica, dejándola sin salida, o al menos eso creía él.
-Yo creo que si tienes...- dijo mirando como el chico iba a clavarle el arma en el pecho.- Pero digamos que no dejaré que me mates...

El chico frunció el ceño pero en el momento que bajó el arma para matarla, ella sacó una daga colocándola de manera horizontal, frenando su posible muerte.
-Qué?- preguntó este mirándola confuso.

our perfect crime (Tom Riddle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora