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Daila abrió los ojos encontrándose en su cama, al lado, se encontraba Tom durmiendo plácidamente y no había nada sospechoso, nada de ruido.

Suspiró con algo de inseguridad y miró al azabache quien la tenía abrazada por la cintura.

Que debía hacer? No quería sugirió más. No quería seguir con el estúpido juego de las pesadillas en bucle.

Rápidamente se apartó del azabache quien se levantó algo confuso y molesto a decir verdad.
-Como te atreves a apartarme así?- preguntó este.- Daila?

-Cállate.- le dijo esta ahora dirigiéndose hacia el jardín delantero, donde podría respirar tranquilidad, al menos que la pesadilla empezara de nuevo.

-Callarme? Quien te crees que eres para decirme que me calle? Oye! Te estoy hablando!- le gritaba este mientras le seguía el paso sin entender absolutamente enfada la actitud de la chica.

Daila lo ignoraba y se preparaba para lo que fuera. Tomó su daga, claramente para protegerse y empezó a mirar a todos los lados, esperando a que apareciera cualquier espíritu fantasmas.

-En serio, que es lo que te pasa?- le preguntó Tom sin entender nada.
-He dicho que no me hables!- le dijo esta ahora con su varita mandándolo dentro d ema mansión y cerrándole la puerta en la cara.

-Hace un buen día, no cree señorita Russo?- preguntó aquella insoportable voz.
-Has sido tu, verdad? Tú me has estado haciendo esto!- le acuso ella con furia y rabia.

-No se de que me habla señorita Russo. Quiere hablar sobre algún tema en concreto? Algo que le preocupe?- preguntó este de la manera más tranquila.

-De hecho... si.- dijo ella mientras avanzaba hacia el anciano.- Me preocupa no saber esconder tu cuerpo, se te ocurre algún sitio? Tienes alguna preferencia?

Dicho eso, Daila corrió hacia Dumbledore e intentó atacarlo con su propia daga haciendo que el anciano solo tuviera que usar su magia para parar directamente el arma que se dirigía hacia su corazón.

Tom quien escuchaba todo desde dentro de la mansión intentaba salir con todas sus fuerzas, no obstante, Daila no era tonta. Se había llevado su varita y lo había dejado encerrado.
-Mierda, pero que hace?- se preguntó a sí mismo viendo como la chica estaba peleando con el mismo Albus Dumbledore.

-Daila, razonemos juntos. No quieres esto, en el fondo solo estás sufriendo.- le dijo haciendo que ella ahora sacara su varita para defenderse.
-Sufro por que usted no para de seguirme y entrar en mis sueños!- le gritó ella aún molesta.

-Usted misma de lo ha buscado. He intentado razonar con usted demasiado tiempo... veo que tendrá que ser tiempo de que entienda mi punto de vista.- dijo este apuntando al cielo, creando un tipo de nube encima de ellos.

Daila no sabía que estaba sucediendo. No sabía que ocurría hasta que empezaron a salir animales, después de eso... un oso pardo, seguido de gente que no conocía de nada. Seguían apareciendo personas haciendo que ella se viera demasiado observada.

-Que es esto?- preguntó ella ahora algo más nerviosa sabiendo que todas esas personas ahora estaban muertas, por ella.

-Cree usted que estos seres vivos merecían morir?- preguntó este haciendo que ella levantara la cabeza con orgullo.
-Todos y cada uno de ellos, si se da cuenta... sólo hay hombres.- mencionó ahora con aires de superioridad.- Gracias a mi, una aldea ahora es libre, mujeres, llamadas brujas, son libres de haber sido quemadas.

Dumbledore suspiró y en el momento que iba a apuntarla para atacarla, ella hizo lo mismo, alzándola al mismo tiempo.

Era una verdadera batalla, una novata contra uno de los mayores magos del mundo mágico.
-Ríndete.- le dijo el anciano.

-Nunca!- gritó ella, entonces pensó que ya que tenía una ventaja sobre el... por qué no usarla?

Tom quien presenciaba la escena delante de sus ojos vio como habían magos de la orden escondidos detrás de la chica esperando a que ella gritara.
-Mierda, no! Daila, no grites!- empezó a decirle desde dentro de la mansión.

Daila no escuchaba nada. Estaba tan abrumada que ya todo le sobrepasaba. Quería terminar con eso como fuera.

-No grites! Daila no lo hagas!- le decía Tom desde dentro de la mansión dando golpes a la puerta para que lo oyera. Sin embargo nada.

Casualidad que en ese momento se pusiera a llover? Nadie creía en casualidades.
-Daila! Mira a tu alrededor! Personas inocentes han muerto poor tu culpa!- le dijo ahora Dumbledore intentando razonar de nuevo con ella.

-Todos ellos se lo merecían!- gritó esta más furiosa aún.- Deje de decirme lo que hago bien o mal!- siguió diciendo ella.- Expulso!

-Protego! Reducto!- contraatacó el anciano consiguiendo derrumbarla en el intento.- Pienso que no eres mala, por favor Daila.

-Cállese! Usted no sabe lo que soy, y ahora va a saberlo, lo mataré hasta que su cuerpo se desintegre con el suelo.- dijo preparándose para gritar como nunca.

-No, no, Daila!- gritaba Tom desde dentro de la mansión.- Joder! Escúchame!

En ese momento, el azabache tomó una silla y rompió una ventana provocando mucho ruido de su parte, haciendo que Daila se girara por segundos.

Segundos que bastaron a Dumbledore a volver a atacarla. Le dio de pleno haciendo que la chica saliera impulsada hacia atrás, quedando en el suelo.

-Joder es que nunca la dejara en paz!? Vamos Albus! Es a mi a quien quieres no es así!?- le preguntó este ahora tomando una varita y enfrentándose el mismo al anciano quien se quedaba sin salidas.

Les hizo una señal a los chicos quienes estaban preparados para luchar para que se marcharan inmediatamente y estos, algo confusos se fueron dejando a Daila en el suelo a pensar sin poder moverse y a Tom apuntándolo con odio.

-Tom... déjame ayudarte.- le pidió este ahora intentando ser más razonable con el haciéndolo reír.

-Voy a matarte, entiendes? Voy a matarse y vas a sufrir por todo lo que me has hecho pasar, a mi y a Daila.- le anunció este muy decidido.

Dumbledore miró a otro lado decepcionado. Miró de nuevo la mansión para mirar a la chica quien seguía en el suelo.

El plan no había funcionado. No le quedaba más opción que retirarse.

Fue demasiado rápido para Tom cuando el anciano ya no encontraba ahí, no obstante no le importaba nada.

Se acercó inmediatamente a Daila y comprobó que aún respiraba. Cuando ya pudo respirar más tranquilo, el azabache la llevó dentro de la mansión.

Le esperaría una gran explicación de su parte.

our perfect crime (Tom Riddle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora