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1960, Tom Riddle se encontraba en el despacho del director, Armando Dippet.

-Me enorgullece tenerlo aquí señor Riddle.- dijo el anciano mientras lo miraba con curiosidad.- Puedo ayudarlo en algo?

El chico le mostró su encantadora sonrisa, sutil, elegante mientras se acercaba al escritorio del director.
-Como ha podido ver señor, he sacado notas extraordinarias.- empezó a decir.- Creo que a Hogwarts le vendría bien un nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Armando lo miró con algo extrañado, con demasiada curiosidad y algo de inseguridad.
-Que esta sugiriendo señor Riddle?- le preguntó de nuevo, manteniendo su compostura.

El chico no se rebajó en ningún segundo.
-Creo que sería justo que me diera el puesto, señor.- dijo este haciendo que el director negara.

-Tom... no puedo hacer eso.- dijo este muy seguro de sus palabras.
-Usted es el director, puede hacer lo que quiera, además, merezco ese puesto.- insistió acercándose más y perdiendo la paciencia.

-Eres demasiado joven, no tienes experiencia alguna, no puedo ser tan imprudente de ponerte como profesor.- dijo el director mirando como las facciones del chico se volvían más serias.

-Pero señor, sabe que puedo con esto.- le siguió diciendo Tom, pensando en que si se convertía en profesor... sería más fácil influir en las nuevas generaciones para crear su ejército.

-No. La respuesta siempre será no. Espero haberlo ayudado señor Riddle.- dijo Armando, provocando que el odio del chico aumentara más y más.

Tom salió del despacho de su antiguo director furioso, ya se había graduado, el chico pensaba que estaba listo para enseñar. Pensaba en lo injusto que había sido ese anciano con él.

Él era el mejor alumnos de todos. Era mejor que cada uno de los estúpidos profesores de ese colegio. Ahora solo sentía humillación.

Al salir de Hogwarts, estuvo pensando que hacer con su vida. Exacto, Tom no era tonto. Sacó su diario y lo miró con orgullo.

Aquel había sido su primer horrocrux, creado por él mismo... simplemente impresionante. Y parecería una locura pero no sería el último que conseguiría crear.

Tenía en mente muchos más, para así poder ser el mago más poderoso que haya existido jamás, hacer que las familias de sangre pura gobernasen encima de los asquerosos hijos de muggles.

Retorcido, era perfecto.

Recordó la conversación con la dama de gris, en realidad la hija de Rowena Ravenclaw. Aquella tonta fantasma... había sido tan estúpida de revelar la ubicación de la diadema de Ravenclaw.

Tom suspiró hondo. No tenía nada mejor que ir a la misma Albania, simplemente genial.

El joven Riddle no dudó en ir a uno de los tantos bosques de Albania donde se suponía que estaba escondida la diadema.

Necesitaba ese objeto y una persona para poder crear otro horrocrux, para seguir completando más su objetivo. Fácil.

Parecía mentira que alguien como la dama de gris hubiera escondido tal diadema en un lugar como ese, solo por envidia al poder y a la inteligencia de su madre. Curioso.

Le dio realmente asco tener que ir al mundo muggle a por la diadema, eso era lo peor que podían haberle hecho hacer... pero todo era por el poder.

Seguía cambiando a paso tranquilo, sin preocupaciones y pensando en su próximo viaje para encontrar más objetos, más horrocruxes. Más poder. Gloria eterna.

Sacó de nuevo su diario y lo miró con determinación. Era increíble como un simple objeto, ahora fuera tan valioso...

Sin darse cuenta, terminó en una especie de aldea, pueblo. Genial, más problemas. Aún que, Tom no pudo resistirse al olor que desprendían una de las casas. Tenía demasiada hambre.

Recapacitó segundos después y se dio cuenta de que era repugnante que pensara si quiera en comer algo de ese mundo. No y punto.

Iba a seguir con su rumbo, la verdad es que no debía perder el tiempo. Sin embargo unos gritos lo pararon por completo.

Frunció el ceño al oír a mucha gente gritar, no de felicidad... odio? Desprecio? Rencor... algo que sin duda alguna le atraía demasiado.

Tom pensaba en que podía estar causando tanto ruido, gritos y alboroto.
-Quien es usted!?- dijo una voz por detrás.

El chico se giró lentamente para dar con una banda de campesinos. Furiosos. No respondió, solo los miraba sin expresión alguna.

Y fue cuando los gritos de la aldea fueron más fuertes, dándole a entender cada a palabra que decían.

"Matarla!" "es una bruja!" "antes de que embruje la aldea y mate a nuestros hijos!" "asquerosa bruja!" y mas comentarios por ese estilo.

Bruja? Tom no sabía quien se encontraba ahí pero el simple hecho de que unos muggles mataran a una bruja, probablemente de sangre pura le ponía furioso.

Eso era algo que odiaba de los muggles. Si no entendían algo, simplemente lo destruían. Si algo se salía de su capacidad, de su mundo... era despreciable y raro. Así que por qué no hacer lo mismo con ellos?

-Responde! Quien eres!?- le preguntaron de mala manera los campesinos, apuntándolo con lo que parecían palos...

Tom estaba listo para sacar su varita para matarlos, a cada uno de ellos sin embargo no pudo.

"atrápenla!" "corran! que no escape!" "la bruja de escapa!" los gritos se acercaban cada vez más, alertando a los campesinos quienes ahora estaban algo asustados.

El chico miró como muchos hombres salían en busca de la supuesta bruja, así que decidió ignorarlos a todos y continuar con su búsqueda.

Larga búsqueda ya que no tenía mucha idea de donde podría encontrar la dichosa diadema.
-Te odio dama de gris.- dijo rodando los ojos mientras se sentaba en una piedra para descansar y pensar.

Suspiró de cansancio mientras pasaba una mano por su cabello. Por qué sería tan difícil encontrar una diadema? Oh, claro... estaba escondida en un enorme bosque.

En esos momentos, solo pensaba en que haría después de crear su próximo horrocrux. Volvió a sacar su diario y empezó a escribir sus ideas, dejándolas claras para no olvidarse de ellas.

Esperaba que los gritos de los aldeanos cesaran de una vez, o que atrapasen a la bruja y la matasen para que no hicieran más ruido. De cualquier modo... solo quería silencio.

Paz, y tranquilidad.

Pero quien era el para pedir eso? Estaba claro que el universo no le iba a conceder otro de sus tantos deseos.

Tom sintió como una punta rozaba su espalda, presionándolo sutilmente como forma de amenaza.
-Como te muevas te mataré lentamente, y después, te daré de comida para los lobos.

our perfect crime (Tom Riddle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora