capitulo 8

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[...]

— ¿Crees que no me di cuenta de lo que hiciste allá adentro?. —el tono burlesco que utilizó August hizo rodar los ojos a su amigo.

— No hice nada. — tomó su mochila y la colocó sobre su hombro mientras caminaba hasta el estacionamiento de la escuela.

— Si, y yo creeré eso sólo por que lo dices tu. — rio August. — si te gusta solo dímelo. — se encogió de hombros. La respuesta que sea que diera su amigo el la respetaría. — Simón me atrae demasiado y creo que no es necesario que te lo diga. — sonrió y observó las expresiones de Wilhelm. — Quiero saber si puedo avanzar con él. — dijo casi en un susurro temeroso.

— No sé qué es lo que pasa conmigo. — confesó sorprendido al pelinegro. — Pero de algo estoy muy seguro y es que no quiero que alguien se le acerque. — aseguró con una mirada fría al contrario. — No me gusta que le coquetees. — relamió sus labios y colocó su cabello hacia atrás. — Y tampoco me gusta que lo toques. — lo miró una vez más haciéndole sentir temor de incluso realizar cualquier movimiento.

— Creo qué quieres decir que te gusta. — comentó con los ojos entrecerrados.

Wilhelm rodó los ojos y avanzó hasta su auto. Subió al asiento del conductor y esperó por su amigo a que también hiciera lo mismo.

— Si, me gusta, y mucho. — declaró y un inmenso silencio se apoderó de ellos.

Un buen actor hacía bien su trabajo hasta que se lo terminara creyendo.

[...]

— Creo que le gustas a August. — la pelinegra hizo cosquillas al menor mientras estos se revolcaban en su cama.

— ¡Claro que no!. — chilló el pequeño intentando recuperar la respiración. — ¡Basta!. — pidió casi con su último aliento.

Rosh decidió terminar con la tortura y quedó sentada a la orilla de la cama.

— Ven. — pidió señalando el espacio vacío a su lado.

Simón se levantó y ajustó sus pantalones para que este quedara perfectamente liso sobre sus muslos.

— Esa cintura vuelve loco a August. — rio observando lo delgado que el moreno era. — Jamás había visto a alguien babearse tanto por ti, fue increíble. — sonrió recordando el momento. — Además, Wilhelm cortó la escena. — elevó las cejas de forma divertida. — Te diste cuenta de eso, ¿no?. — observó las mejillas rojas de Simón y entendió que si.

— Si. — susurró recordando todo a la perfección.

— Tienes a los mejores amigos más calientes de toda la escuela enamorados de ti. — recalcó mientras acomoda su cabello. — Quien pudiera. — jadeó decepcionada mientras abrazaba su almohada.

— ¿De qué chicos calientes hablas tú?. — preguntó Ayub, quien entraba habitación con vasos de refresco y papas fritas.

— Nadie. Son los pretendientes de Simón. — le restó importancia. — ¿Te ayudo?. — se ofreció y sin esperar respuesta tomó en sus brazos las cosas.

— ¿Quiénes son tus pretendientes?. — preguntó Ayub.

— August y Wilhelm. — respondió Rosh emocionada.

— Pero te gusta Wilhelm, ¿no?. — volvió a dirigirse a Simón.

— August le conviene. — aseguró la pelinegra.

— Si lo dejas responder dejaré que te comas el helado que está en el refrigerador. — dijo Ayub esperando que su táctica funcionara.

— Me gusta Wilhelm, si. — musitó el pequeño jugando con sus manos. — Pero el está muy enamorado de su novia. — se encogió de hombros.

no, soy gay || wilmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora