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—¿Sabes qué sucedió anoche? — pregunta Bill, pateandome el tobillo. —Anna me escribió.

Lo miro.

—Anna, la chica pelirroja de la que estuve obsesionado en la escuela.

—Anna, la mejor amiga de Cat. Anna, la que te mandaba cartas. — termino yo, rascandome el cuello.

—Sí, esa Anna... — Bill se da la vuelta, con su nueva mascota yendo detrás de él, un golden cachorro demasiado hiperactivo. Se voltea y sus ojos brillan con horror. —Espera... ¿Anna me enviaba cartas?

Asiento.

—¿Las cartas eran de Anna?

—¿De quién más si no? — pregunto.

—¿Cómo estás tan seguro? Pensaba que eran de Kendall.

Hago memoria. Kendall, la chica que usaba gafas y brackets con sonrisa nerviosa y que se sentaba detrás de Bill. La atrapé respirando su suéter varias veces y nunca me atreví a hacer un gesto extraño frente a ella. Pero ciertamente era muy rara.

—Kendall escribía corazones sobre las íes.

La boca de Bill se abre.

—¿En serio era Anna?

—Sí, ella llevaba una carta un día y me choqué con ella. Así que la vi. Sí, Anna, la pelirroja Anna. — digo exasperado. —Dime ya, ¿qué te dijo?

Bill se sienta en el pasto y su perro empieza a morderle el tenis.

—Me dijo que era un idiota.

Frunzo el ceño.

—¿Es en serio?

Me enseña el teléfono. El mensaje es simple: "Eres un idiota".

—Bueno, no miente. — le digo a Bill, devolviendole el teléfono.

—Tú eres el idiota. — se defiende.

Sonrío y llamo a su perro para que juegue conmigo. Él se vuelve loco y se sube a mis piernas, intentando morder mis manos.

—¿Por qué soy un idiota? — gime Bill, acostandose en el pasto y tapandose la cara del sol. —¿Por qué? Trato de hacer todo bien para ella. No quiero que ella se sienta así por mí. No, ella es la persona que esperaría menos... no sé de qué hablo. Pero en serio, ¿qué hice mal?

—Deberías preguntarte en qué no eres un idiota, porque en serio, Bill... hay muchas cosas en las que fallas. — me burlo.

—Creo que me odia. De verdad, creo que me odia. Bueno, si dices que ella escribió esas cartas... eran de amor. Eran cartas lindas.

—Odiabas esas cartas. — apunto.

—Porque pensaba que eran de Kendall. Pero ahora que lo pienso, eran lindas. Ella escribía sobre esos momentos cuando me miraba y cómo se sentía. Y tú... ¿por qué no me dijiste que eran de ella? Tú sabías cuánto solía gustarme.

Me encojo de hombros y acaricio a su cachorro. Miro el parque, siendo una tarde linda. La gente habla y los niños gritan. Se respira naturaleza y perros.

—Pero regresando al momento. No puede odiarme, ¿cierto?

—A menos que su amor por ti se haya retorcido.

Como Cat conmigo, pienso.

—¿Pero por qué? No le hice nada.

Se sienta, mirando al infinito.

Entonces, la miro. Pero pienso que estoy imaginándolo, sin embargo, mi respiración se vuelve irregular y frunzo el ceño, ignorando su figura.

Pero se acerca y se acerca, sonriendo.

Es ella, está confirmado. Mis recuerdos regresan y me avergüenzo, pues lo único que puedo sentir son sus labios sobre los míos en las escaleras de emergencia.

Se para frente a nosotros, Bill sigue mirando al infinito. Yo no la miro ahora, acaricio al cachorro y trato de actuar normal.

—Hola Alec.

Trago saliva y me atrevo a mirarla. Sonríe, su piel brilla saludablemente y su pelo es diferente ahora. Es corto y rubio brillante.

—Hola.

—Hola Bill. — me corta ella, me avergüenzo de nuevo, porque sé que quizá no me escuchó y piensa que me quedé callado.

Pero no se ve molesta. Se ve radiante, feliz. Me sonríe cálidamente y me olvido de respirar un segundo.

—Cat. — asiente Bill hacia ella. —¿Qué quieres?

—Vengo a dejar tu pedido. — dice con voz musical. —Dos vestidos, uno color oro y otro color azul. Puedes darme propina si quieres.

—¿Para quién los vestidos? — le pregunto a Alec.

—Sólo los compré para ayudar a Anna en su apertura.

—Lleva comprando cinco en total. — dice Cat, sonriendo.

Trato de ignorarla y miro a Bill.

—Ah, ya entiendo. — le digo a Bill. —¿Anna sale con alguien, Cat?

Su sonrisa se hace pequeña.

—Sí... — dice, poniendose roja. —Bueno, no. No sale con nadie.

Mira sus manos.

—¿A qué viene la pregunta? — Bill me mira molesto y me encojo de hombros. —Ten, propina. Ahora vete y déjanos solos.

Cat asiente, sonriéndome ampliamente y me siento extraño de nuevo. Miro al cachorro que se ha acostado en mis pies.

—Adiós. — le digo.

—Adiós, espero que nos veamos en casa. Para la cena.

La miro pero ya se ha ido.

Miro su figura hasta que es sólo una manchita al otro lado de la calle.

—¿Ahora quieres estar con Anna? ¿Sólo porque me odia? No significa que tienes permiso.

—De verdad estás ciego, no puedo creerlo. — le digo, lanzándole una hoja seca.

—¿Qué? ¿Qué es?

—Seguro que piensa que los vestidos son para alguien más. Y nunca intentas nada con ella, a pesar de que le gustas y te gusta. Ve y háblale. Ya es hora de que superes tu miedo.

Me mira como si yo fuera una rana parlanchina y entonces sus ojos se iluminan y lo entiende.

—Le gusto.

Asiento.

—Le gusto en serio.

Asiento de nuevo.

—Ve, idiota.

Sonríe y se va, dejándome a su perro aquí. Trato de gritarle, pero se aleja y de repente, es sólo otra manchita en la calle de enfrente.

Mi estómago se retuerce al darme cuenta que no tengo alternativa. Tendré que ir a la cena, pues tengo que devolverle a su perro.

Tendré que ver a Cat de nuevo.

Tendré que hablarle.

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⏰ Última actualización: Sep 03, 2021 ⏰

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Los Sueños de una Chica EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora