11

179 17 0
                                    

El ansiado sábado se acercó con una lentitud impresionante.

Estaba tan nerviosa y aterrada que no pude contarle a mis amigas absolutamente nada ni dormir bien por algunos días. No sé de qué me asustaba. Era una cita, nada más, ¿cuál era el problema con eso?

Pero mi cuerpo se revelaba contra mí cada vez que yo quería tranquilizarlo. Y no sólo eso, mi mente enloquecía cada vez que recordaba que tenía una cita. Empezaba a crear terribles escenarios y terribles cosas y simplemente yo no sabía ya qué hacer conmigo misma.

Estaba tan aterrada y se notaba, incluso mi madre me hizo un té relajante quizá unas dos veces.

Pero al final, el sábado estaba allí. Y no se había acabado el mundo ni mi vida, por lo que no tenía excusa para no ir.

Realmente quería ir. Pero una parte de mí, aterrada de qué podría pasar, me decía que no. Que estaba loca, que jamás podría yo salir con un chico como Alec, porque él era genial y perfecto, además de mayor que yo y el mejor amigo de mi hermano.

¿Quería ser yo la responsable del fin de una buena amistad? Y bueno, si mi hermano no se enojaba, de todas formas estaría partiendo su amistad, porque Alec tendría que elegir estar con uno de los dos, porque no podría tenerlos a los dos juntos. Me refiero a que yo no seguiría a Alec y a Bill a una reunión de chicos donde se tiren pedos y hagan cosas asquerosas. No, gracias.

Pero Bill sí se enojaría. Digo, él me protege demasiado. Él quiere que no tenga novio porque dice que los chicos se aprovecharan de mí, así como él lo ha hecho con algunas chicas.

Es asqueroso que lo admita tan abiertamente.

Pero en fin, todo esto pasa por mi cabeza y no pude conciliar el sueño. A las seis de la mañana del sábado, me levanté y comencé a arreglarme.

Me arreglé unas diez veces, con faldas, vestidos o blusas pequeñas.

Luego, me di cuenta que era una estúpida y decidí vestirme con un pantalón de lona y un suéter gigante gris, sin dibujos. Me peiné e incluso me hice una mascarilla.

A las doce en punto del medio día estaba abajo, esperando, sentada en las escaleras esperandod a que Alec tocara el timbre.

Porque vendría por mí.

Reviso mi teléfono, donde tengo su mensaje: Sábado a las doce te recojo en tu casa ;)

Trago saliva y apago el teléfono. Un nudo gigante se ha hecho en mi estómago y en mi garganta. Debería... ¿qué debería hacer?

Suspiro y en ese momento mi madre grita desde arriba.

-Cat, Alec lleva unos quince minutos afuera, ¿puedes salir a ver qué quiere?

La miro, recostada en la escalera, ella sonríe, luego se va. Siento que sabe lo que tramo. Siento que mis mejillas se calientan y en ese momento miro por el vidrio una figura oscura borrosa. Pero no ha tocado la puerta. No ha tocado, estoy segura. Veo el reloj y luego a la figura.

12:01

Suena el timbre.

Una risita nerviosa se me sale y abro la puerta lo más rápido que puedo. Alec me sonríe y baja la mirada.

Después de eso, todo es tan estúpido. Nos subimos al auto, no hablamos, sólo nos sonreímos de vez en cuándo.

Nuestros intentos de conversación son, «hola, ¿cómo estás?», «Lindo día», «Me gusta tu suéter» y sonrisas idiotas.

Los Sueños de una Chica EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora