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Él me mira un segundo antes de abrir sus papas. Yo miro las que tengo en mis piernas y mi estómago se revuelve.

—¿No irás a dejar esto? — señalo sus bolsas, viendo que tienen pollo crudo y verduras.

—¿Te duele?

Lo miro.

—La herida.

—Ah, no. Estoy bien... muy bien. — murmuro, sonriendo. —Fue una aventura genial. Adara dice que los mejores recuerdos son los que fueron más peligrosos.

Sonríe, pero no dice nada.

Recuerdo que se va y el malestar regresa, porque ni siquiera lo ha mencionado.

—Entonces, ¿qué harás este verano? — pregunta, dejando el tronco y sentándose en el pasto a mi lado. Me acomodo en el tronco y suspiro.

—No sé... nada, ¿tú?

—Lo mismo. — responde sin mirarme.

—Pensé que te ibas.

—¿Sí?

—¿No te irás?

No responde, pero se mete unas papas a la boca y mastica.

—Porque eso me dijo Bill.

—¿Lo hizo?

—Bueno, sí. ¿Es verdad?

Suspira, empina su bolsa de papas sobre su boca y se da su tiempo para comerlas. Supongo que es un sí. Pero el que se tome su tiempo para hablar me frustra.

Porque siento que algo malo viene.

—Bueno, sí.

—¿Y... pensabas decirme? ¿Si no hubiese venido, habrías llegado a mi casa tú? ¿A decirme?

—Bueno, realmente no hablamos de eso. — dice. —Y desde el accidente de la fiesta he estado ocupado.

—¿A qué te refieres?

—Sólo eso. — dice, recostando su espalda en mis piernas y levantando su cara para mirarme. —No es que no quería decirte. Es que me preocupas.

—¿Te preocupo?

Cierra los ojos.

—No estoy explicándome bien.

No decimos nada, pero siento que nada es como debería. Él sostiene mi mano sobre su hombro, aunque lo que quiero es alejarme y aclarar las cosas. Su cabeza está recostada en mí, pero de alguna forma siento que no está contento.

Y no puedo dejar de pensar que se va a ir, que probablemente no seguiremos juntos, y el tenerlo aquí, cerca, obligándome a acariciar su cabello, hace que me sienta estúpida. Quizá nada va a acabar.

Pero pienso que sí. Pero la forma en la que está conmigo ahora me hace pensar lo contrario.

—No estaba seguro de si iríamos. — dice de repente, sacándome de mis pensamientos. —Pero mis padres luego decidieron que sería genial si pasáramos tiempo juntos. Antes de que me vaya.

Asiento.

—Entonces... ¿vas a regresar?

Su teléfono suena y contesta rápidamente.

—Hola... — se levanta y me sonríe. —Voy para allá, sólo tengo que dejar a Cat.

El nudo regresa.

Aquí es... va a pasar.

—No te preocupes. — le digo, levantándome y parándome un poco lejos de él. —No quiero ir a casa todavía. Puedo ir a dejarte a casa y regresar sola.

Frunce el ceño. —No, está muy oscuro.

—No importa... yo vine sola, regreso sola.

Quiero acercarme y abrazarlo para despedirme, pero no lo hago. En lugar de eso toco mi cintura, donde estoy herida y me alejo unos pasos de él. ¿Por qué simplemente no me lo dice? De alguna forma, aunque siento que me quiere cerca, también siento que quiere alejarme.

Él me alcanza sin esfuerzo y camina un poco atrás de mí, en silencio. No dice nada, pero cuando me dirijo a su casa para ir a dejarlo, me toma de la mano.

—Vamos, iré a dejarte a casa. Tendremos una cena, pero pueden esperar.

—No te preocupes, Alec. Ve con ellos, ten tu cena. ¿Me puedes hablar luego?

Un auto se detiene al lado de nosotros. Es el padre de Alec.

—Hola, Cat... — me sonríe. —¿Por qué no te llevas el auto, Alec? Yo llevo las cosas y avanzamos cocinando.

Es así como termino sentada en el asiento del copiloto, al lado de un Alec silencioso.

—Perdón. — le digo. —Realmente no quería que fueras a dejarme.

—Está bien, Cat... no me molesta.

No te molesta, pero el ambiente se siente tan tenso.

Recuesto mi cabeza en el sillón y cierro mis ojos. No quiero hablarle. Quiero que él me hable. Quiero que él llene el silencio incómodo.

—Ya llegamos. — murmura.

Abro mis ojos y me quito el cinturón a toda velocidad, queriendo desaparecer. Evito su mirada, me dedico a controlar mis manos temblorosas y arreglarme el suéter.

—¿Vas a llamarme?

Silencio.

Bien, supongo que esto es.

Trago saliva y salgo del auto, un dolor punzante atacando mi cintura. Trato de no expresar mi dolor y camino con lentitud a casa.

—Espera.

Me giro para mirarlo, pero no me deja, pues me toma en sus brazos y me abraza.

—No lo haré. — murmura sobre mi cabello. —No voy a regresar.

Trago saliva y lo empujo para mirarlo.

—Está bien.

Va a decir algo más, pero niego con la cabeza.

—Está bien, ya lo sabía.

Abre la boca, pero no dice nada.

Asiento y camino a casa, esperando que me detenga. Que vuelva a abrazarme y que me diga que era broma.

Pero no se acerca. Y me obligo a no mirar atrás, entro a casa y cierro la puerta detrás de mí.

Cierro mis ojos y trato de no pensar en ello, porque me siento débil y no sé si es por las drogas o porque duele. Estoy tan confundida.

No quiero pensar en ello, pero no puedo creer que haya terminado así.

Porque va a la universidad y yo me quedaré aquí, y él hará su vida allá y yo haré la mía aquí.

Los Sueños de una Chica EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora