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Para mí, Alec fue el primer chico con el que mis ojos se iluminaron.

Alec, ese chico tan amable que siempre me sonreía cuando lo miraba, ese niño que me enseñó matemáticas cuando llegaba a casa hace tantos años y que con paciencia escuchaba cada cosa trivial que yo decía al estar nerviosa.

Sus risas amables y conversaciones interesantes. Me encantaba saber todo de él. En el momento en el que se dirigió a mí por primera vez, me enamoré.

Al principio era sólo mi corazón quien se volvía loco al mirarlo. Entonces se le unió mi estómago, que, aterrorizado, esperaba su llegada para empezar a burbujear. Entonces mis manos, que, comenzaban a temblar, y luego empezó mi mente, a comenzar a imaginar.

Entonces, al recordar todo aquello, entiendo este momento. Este momento que, en la oscuridad, pienso en él, confusa de seguir atorada en el pasado. Y entiendo que no es el pasado en el que me atoré. Sino una realidad que vivo cada día, porque cada día que pasa y pienso en él, no es por el pasado sino por el presente. Porque en el presente mi corazón late en el ritmo A-Lec. A-Lec. Tun-tun.

En el presente, mis sentimientos por él son reales y no un atisbo de lo que fue. En el presente, cada vez que veo su sonrisa, inmediatamente una en mis labios se forma.

Cada vez que sus ojos brillan los míos también.

Cada vez que frunce el ceño me encuentro intentando saber por qué.

Cada vez que me mira quiero saber sus sentimientos.

Porque es real, porque lo quiero. Porque él es el hombre que mi corazón escogió, hace tanto y afortunadamente, he vuelto a encontrar.

Y no importa cuánto intenté alejarme en el pasado. Ahora lo entiendo. Él es lo que quiero y lo que me complementa. Y con él, mis días son brillantes y tienen sentido.


Los Sueños de una Chica EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora