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A veces siento que la vida es una broma pesada que no se puede ignorar. No quiero ser egocéntrica, pero siento que la vida tiene algo conmigo, una obsesión... una obsesión por quererme ver sufrir.


Como ahora, que me encuentro sentada en la oficina de la directora del internado, leyendo su calendario con nerviosismo mientras espero a que ella regrese.


Me dijo que tenía que hablar conmigo y siempre que te dicen eso, sientes una inseguridad. Porque sabes que es serio. Porque cuando simplemente te dirán algo gracioso, no te avisan que quieren hablar contigo, sólo lo dicen. Pero cuando te avisan es como si te estuvieran dando tiempo para prepararte para lo peor.


La puerta se abre y la directora entra, a su lado, el conserje.


Mi estómago se revuelve al recordar la noche anterior, me encontraba durmiendo en mi clase, babeando sobre los trabajos de los estudiantes y quizá roncando un poco. La espalda me dolía infernalmente, la pierna la tenía torcida y cuando abrí mis ojos, el dolor era insoportable. Me tiré al suelo, abrí mi gaveta y saqué mi saco de dormir.


Fue en ese momento en el que entró el conserje, Damien. Nos vimos unos segundos y preguntamos lo mismo al mismo tiempo.


«¿Duermes aquí?»


No tenía más argumentos, por lo que él preguntó después: «Señorita, ¿no tiene a dónde ir?» A lo que yo respondí no. Porque no tengo a dónde ir. No tengo casa.


Mi vida se arruinó desde que terminé con Isaac, quien habló con su madre para que me sacara del apartamento.


No sé cuál fue su problema, fui una buena novia, pero simplemente comenzó a aburrirme cuando comenzó a tratarme como una esposa reprimida. Quería que cocinara, no fuera a trabajar y que hiciera las compras. Una vez me pidió que le planchara su camisa. Creo que me odiaba, pero no me lo decía. Odiaba que fuera mejor que él.


El punto es que me quedé sin casa. Y nada de lo que había en ese apartamento era mío. Sólo tenía mi ropa y un set de acampada. Pensé en regresar a casa.


Pero no quería mostrar mi fracaso. Así que tomé la peor decisión de mi vida. Tomé el set de acampada y mi ropa y vine a vivir al internado. Dormía en mi clase, al lado del escritorio. Dormí alrededor de una semana antes de ser atrapada.


Entonces creo que tendré que mostrar mi fracaso y regresar a casa. Levanto la mirada cuando la directora se sienta frente a mí y aunque me intimida, prefiero ser clara.


—Sólo quería conseguirme tiempo hasta tener un lugar para vivir.

Me mira, elevando una ceja.

—¿De verdad pensaba que no lo íbamos a notar?

—Por favor, no me despida. — le ruego.

—Lo siento, usted no es un ejemplo aceptable para estos niños.


Lo que siguió después fue un gran discurso, con el cual me sentía cada vez peor y luego, la directora llamó a mi madre.

Los Sueños de una Chica EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora