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Miro el reloj en la mesa y suspiro. Faltan dos horas para el descanso de almuerzo.

Ahora trabajo en una tienda de comida orgánica. Los precios son altos y me pagan bien, pues soy la única empleada y la dueña es una anciana amable y algo diabólica. Nadie viene por aquí, así que creo que Lily, la dueña, sólo quiere ayudarme porque le doy lástima.

Mis padres regresaron de Hawaii y mi madre me ayudó a comprar una cama nueva. Bill y yo jugamos videojuegos todas las noches a las siete, luego miramos películas de una lista de cien que tenemos que ver y de alguna forma siento que soy más feliz.

No quiero admitirlo, pero soy feliz aquí.

Colin, el amigo de Bill, llega todos los sábados a tomar cervezas y hablar de cosas estúpidas. Mi hermano está disfrutando sus vacaciones y yo me siento feliz de tenerlo a mi lado.

Los sábados me siento culpable.

Colin y Bill se divierten y a veces cocinan carne en la parrilla, pero sé que les falta Alec. Y me siento culpable porque él no viene aquí. Pero sé que sí se junta con Alec, porque a veces escucho las llamadas de Bill. Y quizá dos veces revisé sus llamadas. Hablan y se juntan en el bar.

No entiendo mi actitud. Fue maligna. Alec tiene razón, debería dejar el pasado en el pasado.

Pero cada vez que lo recuerdo me siento mal. Alec me dejó para ir a la universidad y conseguir una chica mejor. Y de hecho, una vez la trajo. Una chica morena y perfecta. Me sentí horrible.

Tengo veintiún años y siento que no conseguiré nunca a nadie, porque no puedo dejar a Alec donde pertenece. En el pasado.

La campanita de la puerta suena. Una figura alargada entra y suspiro. Mi trabajo es sólo cobrarle.

Probablemente sólo mire todo y luego se vaya. Nadie compra esta comida, sólo la compra el hijo de Lily, quien viene en su carro caro y compra la mayoría de la tienda. Sé que Lily está enojada con él y creo que él sólo quiere ayudarla.

Es un hijo muy dulce.

Dormito ligeramente.

—Se ve bien tu cabello.

Abro los ojos y miro a Alec. Porque todo es alrededor de Alec aquí. Suspiro y trato de mantener la calma.

—Gracias. Lo teñí de nuevo.

Él sonríe y pone en el mostrador, panela y huevos.

—¿Harás un pastel?

—Intentaré hacer un pastel. Es el cumpleaños de mi perro.

Frunzo el ceño.

—Creí que tenías un gato.

—Sí, eso dije.

Sonrío.

—Tengo una receta genial para pastel, pero no es para perro ni gato.

Me mira frunciendo el ceño.

—Bueno, manda la receta por correo.

Mi sonrisa cae.

—O podríamos hacerla juntos. — dice con rapidez.

Lo miro avergonzada.

—Bueno, salgo a las cuatro.

Asiente.

—Bueno, te vengo a traer.

Me pasa un billete y le doy el cambio.

—Bueno.

Nos miramos, le doy sus cosas y se va. Me miro en el espejo a mi lado. Estoy pálida del susto. No puedo creer que hice eso, ¿por qué lo hice? ¡Soy tan tonta! Esto es como esa vez, esa vez que lo besé. Es apresurado, es tonto, es peligroso.

Frunzo el ceño y pienso en mil maneras de arreglarlo, pero se acaba el tiempo. No salí a almorzar y son las cuatro en punto. El auto de Alec se estaciona frente a la tienda y baja el vidrio para sonreírme.

No puedo escapar.

Los Sueños de una Chica EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora