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Soy mil veces más consciente de su suave respiración.

Mis manos tiemblan y mi corazón palpita con fuerza.

Su aroma invade el auto y me recuerda a los viejos tiempos. Él teniendo 18 y tomando mi mano, sonríendome de esa forma torcida que siempre aprecié y diciendo bromas que no eran graciosas.

Por instinto, toco mi cintura, donde tuve aquel tonto accidente por el cual siento que Alec se alejó.

Nunca me dijo el por qué de nuestro fin. Asumí que era por la universidad, porque tendría una vida que no debía atorar por mi culpa.

No lo culpo, si esa fue la razón, lo entiendo. No tendría por qué haber basado su existencia entera en una relación de secundaria.

Pero su silencio, sus únicas palabras, fueron lo que me volvieron ansiosa.

¿Por qué acabó todo tan de repente?

Lo miro, por curiosidad, porque quiero saber si sigo enamorada de él. Porque siempre que pienso en él pienso en la razón. Pero ahora que lo tengo al lado mis pensamientos han aumentado 100 veces.

Miro su mejilla, suave, sus pestañas oscuras y su entrecejo ligeramente fruncido mientras maneja concentrado. Miro sus labios, mantiene una mordida sobre su labio inferior y sus gafas se deslizan sobre su nariz.

—Lo siento. — me escucho decir con voz temblorosa.

Me mira con sus ojos azules llenos de curiosidad y esa típica mirada suave en ellos, esa amabilidad y suavidad propia de él.

—Lo siento... por actuar de la forma en la que actué. Por gritar el otro día. Y porque impedí que siguieras con tu amistad con mi hermano y Colin.

Trago saliva, él no dice nada, ahora mira el camino y aprieta la mandibula. No está molesto, o no lo sé.

Me doy cuenta que obligarme a odiarlo y alejarme de él me hizo olvidar todo lo que sabía de él. Cree en mi cabeza alguien diferente al que se sienta a mi lado. Imaginé tantos escenarios y razones que no soy capaz de reconocer el verdadero.

Recuerdo saber todo de él. Lo observé toda mi niñez, viví a su lado y me enamoré de él. Sabía cuando estaba feliz o cuando estaba incómodo. Sabía incluso lo que no decía.

Decidí que era mejor pasar de él, porque había perdido mi vida por él.

Pero la verdad, me sentía perdida sin él en mi espacio.

Estos cinco años pasé luchando, luchando por alejarlo, especialmente por alejarme y alejar mi corazón de su obsesión con Alec. Y mientras más empujaba por eso, más irreconocible me volvía. Dejé a mis únicas amigas y tuve un novio que no era lo que quería. Olvidé lo que me daba felicidad y me obligué a dejar a mi familia atrás.

Y aquí a mi lado, estaba la razón por la que decidí hacerlo.

Pero él exactamente no era la razón. La razón era que me dolía. Me dolía su sonrisa porque no era conmigo y me dolía que su cariño no fuera tan grande como el mío.

—Lo siento, sé que no tuve que actuar así. Me he arrepentido desde entonces pero no tuve el valor de... buscarte y decirlo. La verdad tenía vergüenza. No quiero culpar mi situación o mis problemas, pero me siento mejor si te digo que estaba estresada y decidí rematar contigo. Lo siento de verdad.

Me mira y no puedo descifrar sus ojos, porque los aparta para mirar la carretera.

Quizá un poco de tristeza.

No lo sé realmente.

—Quiero que sepas que no actuaré así de nuevo. — mi voz se vuelve pequeña. —Lo que pasó entre nosotros... fue lindo y me gustó. Siempre fuiste mi amor platónico.

Me río y luego niego con la cabeza, tocandome la frente.

Bien, ¿ahora quiero decirle este tipo de cosas? ¿Es que quiero volverlo más incómodo? Contrólate, Cat. Contrólate.

—Pero bueno... sé que eramos jovenes. Realmente esas cosas pasan... en las peliculas, los amores empiezan y algunos continúan y otros se acaban y está bien. Así es. Y quiero que sepas que no te odio. Podemos estar bien. Y puedes seguir llegando a casa. Y juntarte con Adara y Anna. Y hablar con mis padres. Comer y jugar videojuegos si todavía lo hacen, en mi casa. Tienes razón, el pasado no tiene que afectar tu relación en el presente con tus amigos.

Trago saliva y miro por la ventana. Estamos cerca de los edificios nuevos donde Anna compró un apartamento y se dedica a diseñar ropa.

No nos movemos de aquí, por lo que me giro hacia Alec. Él me mira fijamente y siento que mis manos comienzan a sudar.

Trago saliva y sacudo la cabeza, como si eso fuese a ayudarme contra mis pensamientos. Su nariz, sus ojos, sus labios... si antes me parecía guapo ahora me parece... mejor que guapo.

Y si mi corazón latía enamorado antes ahora late mil veces peor. Porque mientras antes lo miraba como el chico genial que nunca sería mío y luego lo fue, ahora lo miraba como a una persona real. Porque mi obsesión era una obsesión terrible que no me permitía disfrutar mirarlo, porque no podía creerlo. Y ahora que lo miraba, sabía que era real. Se sentía real, no imposible. Se sentía vivo y no ficcional. No era yo una adolescente enamorada, sino una yo consciente de que el mundo es real.

Y él estaba ahí.

Sus ojos eran cálidos y atrapadores, intensos y llenos de comprensión.

—No... no tienes que... la verdad es que no sé cocinar. — susurro.

Suena una risa de su parte, pero es suave y sin burla, sólo es una respuesta a lo que dije.

—Está bien. — mira a sus piernas y una sonrisa timida asoma sus labios. —Yo no tengo perro... ni gato. Pensaba ir a adoptar uno ahora... contigo.

Me río.

—¿Por qué harías eso?

—Porque... decir que mi perro escapó y buscarlo en la perrera suena como un buen plan. — no me mira, pone música. —Y porque es una buena excusa para tenerte a mi lado.

Mi sonrisa desaparece y él evita mirarme.

Miro sus manos nerviosas en el volante y sonrío.

—Entonces... es lo mismo.

Me mira.

—Lo mismo. Yo no sé cocinar y actúe precipitadamente para poder disculparme. Y tú hiciste algo parecido. Es lo mismo. — me encojo de hombros y sonrío.

Él mira mis labios y luego mis ojos, entonces sonríe.

—Entonces es lo mismo, sí. — murmura suavemente.

Los Sueños de una Chica EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora