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Abro mis ojos y todo está oscuro. Escucho la respiración de alguien a mi lado y mi cabeza palpita.

Busco donde sea que mis manos se dirijan, pero no encuentro nada conocido.

Realmente no sé lo que busco, pero busco algo.

Un gruñido.

—Hola, mucho gusto. — murmuro en la oscuridad.

Silencio y entonces:

—Mi vida era mejor antes.

Frunzo el ceño y me siento, mis ojos adaptandose a la oscuridad. Anna está a mi lado, soñando quién sabe qué.

—La mía también. — le respondo, aunque sé que está durmiendo.

Me quedo mirando la puerta unos segundos o minutos, hasta que logro levantarme. No enciendo ninguna luz, pero salgo y busco el baño.

Ni siquiera sé exactamente dónde estoy, sólo sé que necesito entrar al baño.

Dejo la puerta abierta y cierro mis ojos cuando me siento en el inodoro.

Cuando termino, salgo y sacudo mi cabeza. La casa está oscura y no recuerdo si subí yo sola o Anna me llevó. No recuerdo bien lo que pasó cuando era de día. Me frustra no tener mi teléfono y no saber la hora y es peor cuando me pongo a pensar en la fecha.

¿Seguimos domingo? ¿Falle en llegar al trabajo? O es que acaso... ¿me morí y vivo en mi propio infierno oscuro?

Bajo las escaleras, desesperadamente buscando un reloj. Mis pies tambalean mi cuerpo por ahí y mi ojo derecho se está cerrando de una forma peligrosa, de esa forma que atrae a mi ojo izquierdo a cerrarse y dormir.

Cierro mis ojos y me agarro fuerte a la baranda. Entonces doy otro paso y algo fuerte topa contra mi espalda.

Realmente no fue tan fuerte el golpe, pero la firmeza con la que se topó me lanzó a volar por las escaleras.

Caí como una muñeca de trapo o peor, un cuerpo sin vida, dejandose llevar por la gravedad, pum pum pum pum pum.

La alfombra olía a polvo, en eso me concentré, pues el dolor ahora no lo distinguía y no sabía si gritar, llorar o desmayarme.

Desmayarme suena como un buen plan.

Pero una voz me habla.

Y suena a la voz de alguien que me gusta desde que sus ojos se toparon conmigo en la cocina de mi casa cuando tenía 10 años.

—¿Estás bien?

Risita.

Cierro mis ojos y cuando los abro estoy en la cocina, la luz está encendida o es de día, no lo sé. Alec está dandome un vaso de agua y riendose por algo que no entiendo.

—¿Qué día es hoy?

Me mira y se ríe de nuevo.

—¿Qué?

Se tapa la boca y luego sacude la cabeza, su risa disminuyendo.

—Lunes. Bebe esto.

Me da el agua, pero en ese momento entra a la cocina mi hermano. Bill nos mira, con un ojo abierto y el otro cerrado.

Nos mira un momento, antes de ir a la refrigeradora y beber jugo de toronja de la botella.

Yo cierro mis ojos adolorida y trato de ajustarme en donde sea que estoy sentada, pero las manos de Alec me detienen y no entiendo por qué.

—¿Ya se reconciliaron?

Abro los ojos y veo a mi hermano recostado en la encimera, al lado mío, donde estoy sentada. Alec está cerca de mí, muy cerca, de hecho, deteniendo mis piernas para evitar que me caiga.

Los Sueños de una Chica EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora