¡CINQUE!

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Volkov escucho la orden sin dejar de correr, no sabía mucho de italiano... pero estaba seguro de que era algo como "que no escape". No entendía nada ¿Que cojones le hizo Horacio a Carlo? ¿Moriría? ¿Ese sería su triste final?

Sin dejar de correr volteo un poco viendo a Carlo corriendo trás él, al estar distraído tropezó por una raíz de un árbol lo cual Carlo aprovecho para saltar callendo sobre él.

—Te tengooo... -sonrio el italiano por su logro a la vez que le colocaba las esposas en las manos-.

Volkov estaba asustado, el solo hecho de ver sangre en la boca del contrarió no lo tranquilizaba para nada. H llegó con pasos tranquilos hasta ellos.

—Horacio ¿Que está pasando? ¡Quítame las esposas! -se le escuchaba alterado-.

Contrario a lo que pensaba, Horacio acarició el cabello del castaño y se inco para tener un poco más cerca al peligris.

—Crei que confiabas en mi, Volkov.

—Confio en tí, pero ¿Que es esto? ¿Que le hiciste a Carlo?

—Yo no he hecho nada que no le hayan hecho en el pasado, lo estoy protegiendo, alejándolo del asqueroso estilo de vida que solía tener. Sus metáforas con los animales y las cadenas son más literales de lo que creés.

—Lo felicitaste por secuestrar a un hombre y dejaste que él... que lo...

— ... -H mira a Carlo- esto no se lo puedo decir yo -le acaricia la mejilla- ya depende de tí, es parte de tú vida, yo solo te ayudo a sobrellevarlo, pero no lo diré, es cosa tuya. No quiero que se entere de esto como yo lo hice.

—Se lo diré... pero aquí no.

Horacio tomo el arma de V, lo último que este vio fue como su pareja intentaba darle un culatazo, después... todo se volvió negro.

Se sentía débil, incluso un poco asfixiado, abrió de a poco los ojos notando que estaba en un lugar con cierta falta de luz y pequeño, estaba recostado en un pequeño colchón y sus manos ya estaban libres. Estaba en un zulo, a su lado se encontraba Carlo sentado en posición fetal con los ojos tapados con una venda. Volkov se alejo un poco, pues no había mucho espacio, pero el contrario no se movía.

—¿Habías estado antes en un lugar así? -pregunto de pronto el menor-.

— ... de vez en cuando, cuándo estaba en el ejército, era necesario en algunas ocasiones -respondio manteniéndose alerta.

—Mi padre solía castigarme todas las noches sin falta, me encerraba en un pequeño cuarto a oscuras, sólo, rodeado de asquerosas ratas.

—Entonces desde pequeño ya eras un desgraciado... -dijo Volkov con veneno en sus palabras-.

—Mi padre quería dignos sucesores para que siguieran con el negocio familiar de la droga y mafia, nos enseño todo lo que fuera necesario, incluso la supervivencia, pero... ¿A qué costo?

El peliblanco noto como la venda se estaba húmedeciendo, Carlo estaba llorando en silencio, trataba de verse lo más fuerte posible.

— ... a parte de las ratas... ¿Que más hizo?

—La razón del porque era castigado se daba porque mi padre nos ponía a pelear a mi y a Toni, él siempre ganaba y yo acababa con alguna herida. Perder significaba debilidad, cosa que debía ser corregida con un castigo. Toni se encargó de que yo recibiera castigos ligeros, así que... no sé que me hubieran hecho si Toni no estuviera ahí.

—¿Toni recibía los mismos castigos?

—No. Solo una vez pude vencer a Toni... pero... era porque se encontraba enfermo, estaba débil, no pude ver su castigo, pero esa noche escuche sus gritos. Ya no sabía si era mejor que yo fuera castigado o que él tuviera que sufrir. Toni siempre trato de que yo no sufriera tanto, él siempre se llevaba la peor parte.

—Tu padre... es... ¿Fue el responsable de que tú...? Lo de hace rato...

—Para él éramos como animales domésticos, su objetivo era que fuéramos unos animales salvajes, despiadados -con su pulgar se toca uno de sus colmillos- intento primero con Toni, dejo de darle de comer, yo le daba comida a escondidas pero no era suficiente. Una semana después le dió un pedazo de carne humana con sangre fresca, por supuesto que Toni se negó a comerlo y lo tiró al piso manchando a nuestro padre de sangre, obligó a Toni comerse la carne a la fuerza... yo no pude hacer nada... siempre que comía eso lo terminaba vomitando, pero... hay un punto en el que... el sabor... -se muerde el labio hasta sacarse sangre- sabe... sabe exquisito...

Las lágrimas del italiano bajaban por sus mejillas, todos esos recuerdos eran un infierno para él. Volkov se sintió demaciado mal por aquel hombre, así que solo se sentó a su lado y posó su mano en su hombro dándole apoyo.

—Todo estará bien Carlo.

—Claro que no, cada cierto tiempo necesito del canibalismo, mi metabolismo necesita de ello, de lo contrario potare cualquier otro alimento que ingiera.

—Por eso vomitaste el desayuno... -comprendia cada vez más todo lo que estaba pasando-. Hay que salir de aquí, no es bueno para tí -lo ayuda a levantarse- estás temblando.

Tocó la puerta para llamar la atención del francés, la habitación fue abierta a lo cuál V guío al castaño fuera del zulo. Horacio al tener a Carlo en frente le quitó la venda de los ojos, los cuales tenía cerrados, así que lo sujeto de las mejillas.

—Abre los ojos, todo está bien -vio como abrió los ojos lentamente, aquellos orbes reflejaban miedo, trato de tranquilizarlo abrazándolo siendo correspondido de inmediato- buen lobito, nadie volverá a dañarte de ese modo, de eso me encargo yo.

Volkov solo veía aquella escena sintiendo lastima por el italiano, se sentía culpable por el trato que le había dado el otro día, todo lo que le dijo el contrario sin duda era apenas la punta del iceberg, no estaba seguro de querer saber toda su historia, era sin duda peor que la suya con el borracho de su padre, había una gran diferencia entre un borracho abusador y un mafioso sin corazón.

Trato [Carlacio] [Volkacio] [Volkarlo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora