Capítulo 4

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—Yo creo que aquí está bien.— comentó el pecoso, mientras paraba la caravana en una pequeña playa.

—No he estado aquí en mi vida.— dijo Julie, a la vez que bajaba de la caravana.

—Eso es porque eres rica.— JJ se encontraba observando el panorama.

—Tú tampoco has estado aquí en tu vida.— le regañó Kie, por lo que la ojiazul giró la cabeza y le sacó la lengua. —Montaremos dos tiendas de campaña. Una para tres personas y otra, que es más pequeña, para dos.

—Nosotras dormimos en una y vosotros en la otra.— propuso Julieta, a la vez que montaba una de las tiendas.

Asintieron con la cabeza, dándole así la razón, y comenzaron a montar la otra tienda de campaña.

—Ya están.— Pope miró ambas tiendas.

—¿Vamos al agua?— preguntó John B, mientras se comenzaba a quitar la camiseta.

—El último en llegar, pierde.— dijeron Julie y JJ al unísono, por lo que se miraron y comenzaron a correr hacia el agua.

—Eso no vale.— comentó Kiara, a la vez que se quitaba el pantalón.

Estuvieron un buen rato metidos en el mar, mientras hablaban de cosas sin sentido y reían sin parar. Un poco después, todos salieron y se pusieron la ropa que iban a utilizar para dormir.

—No puede ser.— dijo Julie, la cual acababa de salir de la tienda de campaña. —Ya no me gusta esta sudadera.

—A mí me queda mejor.— comentó JJ, mientras la miraba; ya que llevaban puesta la misma sudadera.

—La parejita va conjuntada.— bromeó John B, mientras soltaba una carcajada.

—Menuda chispa que tienes.— habló Julie.

—De mayor mechero.— completó el rubio, mientras chocaba puños con Julieta.

—Yo digo de irnos a dormir ya.— propuso Kie, mientras soltaba un bostezo.

—Opino lo mismo.— la apoyó Pope.

—Pues a dormir se ha dicho.— Julie entró detrás de Kiara a la tienda de campaña.

—Buenas noches, Julie.

—Buenas noches, Kie.

Kiara se durmió enseguida, en cambio, Julieta no conseguía pegar ojo; por lo que decidió salir de la tienda y caminar hasta la orilla del mar.

—¿No puedes dormir?— le preguntó JJ, mientras se sentaba a su lado.

—Tengo demasiadas cosas en la cabeza, como para conseguir dormirme.— respondió, con la vista perdida en el mar, mientras abrazaba sus rodillas y se las llevaba al pecho. Ambos se mantuvieron un rato en silencio hasta que la ojiazul dijo. —Siento lo del otro día en la playa.

—No importa, fue mi culpa.— comentó, mientras la miraba. —No debería de haber insistido.

—¿Sabes por qué estaba allí?— dijo. —Porque me despidieron de la residencia.

—Pero si amabas ese sitio.

—Lo sé, pero necesitaban recortar plantilla.— dijo, mientras un sollozo escapaba de sus labios.

—Ey, tranquila.— Posó una mano en su hombro y dejó un leve apretón en éste.

—Luego llegué a casa y la última gota que colmó el vaso, fue cuando mi madre me dijo que era obvio que me hubiesen despedido.— dijo, mientras se aguantaba las lágrimas. —No me gusta llorar.

𝐅𝐄𝐈𝐍𝐃𝐄 | JJ MaybankDonde viven las historias. Descúbrelo ahora