3. Vida nueva, chaqueta nueva.

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— ¡Mia!— mi jefe exclama ansioso ni bien pongo un pie fuera del ascensor.

Es mi tercer día de trabajo y no puedo estar más contenta con todo lo bueno que ocurre en mi nueva vida. El departamento es pequeño pero es exactamente lo que quería. La ciudad no deja de parecerme lo más maravilloso del mundo y mi trabajo... Es un ambiente tan agradable que a veces me encuentro pensando si será todo una burbuja a punto de reventar en mi cara.

— Hola guapa...— Somalia, la recepcionista del piso, me saluda guiñando un ojo.

— ¡Al fin te encuentro!— exclama mi jefe acercándose a toda prisa.

— ¿Paso algo? Es temprano...— comento mirando mi reloj, asegurándome estar llegando diez minutos antes y como media hora antes del horario de ingreso de mi jefe.

— Hoy es mi aniversario— comento nervioso mientras caminábamos a su despacho.

— Lo sé— saque de mi bolso una tarjeta— está en la reserva en un hermoso Restaurante Italiano y... — llegue a mi escritorio y levanta mi tableta antes de entrar a su despacho— esto es lo que me pidió que comprara, lo entregaran esta tarde, aquí en la oficina y además, me tome el atrevimiento, de pedir que mandaran este enorme ramo de rosas hoy a las 16, porque es el horario en que su esposa vuelve de traer a los niños de la escuela...— comente con orgullo y rogando que su esposa no fuera alérgica a las rosas o algo por el estilo.

— Eres la mejor— comento sentándose en su silla y suspirando aliviado — Debes pensar que mi esposa es una bruja ¿Verdad?— pregunto sin mirarme y sonriendo como si pudiera adivinar mi cara de pánico ante su pregunta.

— Yo no...

— Tranquila, yo lo pensaría si viera mi actitud...— señala la silla frente a su escritorio para que me siente y eso hago enseguida. De pronto su sonrisa se borro, casi como si una nube de tristeza cubriera su rostro — Este año mi esposa perdió un embarazo y fue algo muy duro para toda la familia...

— Lo siento— lo interrumpí sorprendida por lo que acababa de decirme.

El hombre levanto la mirada triste y asintió con una triste sonrisa.

— Todo lo que quiero es que al menos hoy olvide todo por lo que pasamos y hacer de este día uno especial.

Sonreí, definitivamente este hombre me recordaba a mi padre, aunque mucho más joven y mucho más guapo, pero tan enamorado de su esposa como mi padre lo estaba de Sara.

— Es usted un buen hombre...— comente poniéndome de pie— y si puedo hacer algo más, lo que sea, para colaborar no dude en pedírmelo.

Salí del despacho dejando a mi jefe arrancar con su día laboral, en lo que me disponía a hacer lo mismo.

Media hora antes del almuerzo el teléfono suena en mi escritorio:

— Hola...

— Hola guapa— sonrió al reconocer a Somalia al otro lado, ese es el apodo que me puso desde el lunes — Dos cosas, la primera es que hay un mensajero que tiene un paquete que entregarte y la segunda ¿Almorzamos juntas hoy?

MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora