15. El prometido

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El día no estaba ni cerca de terminar. Había bebido el cuarto café fuerte del día cuando escucho gritos en el pasillo y sé que es mi turno de intervenir, acomodo mi camisa y salgo a la peor parte de mi trabajo: Las familias.

Me acerque a un chico joven, rubio y con el rostro completamente desencajado.

— Detective, él es Eric Astor. Hermano de la víctima.

— ¿Puedo ver a mi hermana?— pregunto sin vueltas con las lágrimas cayendo por sus mejillas.

— Por supuesto— respondí enseguida— pero necesito hacerte algunas preguntas Eric ¿Podrías acompañarme?

Caminamos muy despacio, el chico apenas podía arrastrar sus piernas. Señale la silla y tomo asiento, pesadamente.

— ¿Qué le paso?— pregunto mirando sus manos antes que pudiera tomar asiento.

— Es lo que queremos averiguar...— respondí sin dejar de verlo, aunque él no lo hizo ni una sola vez— Necesito saber si tu hermana tenia algún enemigo, alguien que tuviera motivos razonables para querer lastimarla ¿Alguien que la acosara tal vez?

El chico negó, seguía con la mirada fija en el suelo y rompió en llanto cubriéndose el rostro con las manos.

— Mi hermana...— habló con la voz rota— no tenía enemigos, hace poco vivimos en la ciudad... No conocíamos mucha gente.

— ¿Alguna de estas nuevas personas en su vida te llamo la atención?

— No— respondió con voz apenas audible.

— ¿Qué tal Bruno Grecco?

En ese momento Eric levantó su rostro, estaba serio y sorprendido.

— Bruno es su prometido, era— se corrigió dejando que algunas lágrimas caigan por sus mejillas.

En ese momento, Simón golpeo mi despacho y me anuncio que Grecco estaba esperándome. Por lo que me puse de pie y le pedí a Simón que se quedara con Eric haciéndole preguntas de rutina.

Camine hasta encontrarme con el hombre, era fácil reconocerlo. Tenía un aura poderosa a su alrededor, la ropa cara, su barba prolija y su perfume intenso. Definitivamente no parecía el tipo de hombre que acababa de perder a su prometida.

— Señor Grecco— extendí mi mano y el la estrecho con firmeza— Lamento mucho su perdida— en ese momento su rostro cambio, dejo de parecer autoritario y parecía un poco, solo un poco, mas dolido.

— Gracias— respondió con la misma firmeza que estrecho mi mano.

— Acompáñeme, por favor.

Camino detrás de mí hasta una sala de interrogatorios, podría haberlo llevado a cualquier otra sala, pero algo me dijo que el tipo no se sentiría muy cómodo en un lugar así y no me equivoque. Ni bien entrar, se quitó la chaqueta y miro todo a su alrededor. Las salas de interrogatorios son intimidantes, el gran espejo, las cámaras de seguridad y la mesa y sillas frías, impersonales.

— Tome asiento, por favor.

Tome la carpeta del caso y revise algunos datos que habíamos recopilado sobre Mia Astor.

— ¿Puedo ver a mi prometida?— pregunto y su tono de voz era tan quebrado que me obligo a levantar la mirada incrédula.

Allí estaba el poderoso hombre que vi hace segundos, había abandonado la sala y ante mi tenia a un hombre dolido, emocionado...

— Si, en cuanto terminemos con esto señor Grecco...

— Bruno, solo Bruno.

— Bruno...— Sonreí y suspire antes de preguntar— ¿Cuándo tiempo llevaba con Mia?

— Poco más de un año...

— ¿Y ya estaban comprometidos?

Su mirada se clavó en la mía, ahí había vuelto el tipo calculador y poderoso. Sostuve su mirada, a mí nadie me amedrentaba.

— Estábamos muy enamorados...

— Esta— lo corregí con la mirada clavada en mi carpeta— Aun lo está ¿Verdad?— lo cuestione...

— ¿Qué insinúa?— su mirada se volvió más intensa— ¿Esto es un interrogatorio? ¿Necesito llamar a mi abogado?

— ¿Lo necesita? — Pregunte con el rostro serio— No señor Grecco, necesito hacerle las preguntas de rigor. Cosas que puedan ayudarnos en la investigación.

— Hágalas entonces— escupió casi con asco.

¡Bruno Grecco! Estas en mi lista... debajo de esa colonia cara algo, en este tipo, me huele a podrido.

— ¿Tenia Mia alguna persona que pudiera querer hacerle daño?

— No.

— ¿Usted? ¿Tiene alguna persona que pretenda dañarlo lastimando a su prometida?

— Soy un hombre de trabajo— respondió inclinándose en la mesa y viéndome fijamente a los ojos— No soy un mafioso...

— Es un hombre poderoso— lo interrumpí— puede que mucha gente hasta lo envidie, un hombre con poder, dinero, contactos, una prometida hermosa...

— No— respondió interrumpiéndome— Nadie que pueda lastimar a mi novia.

— ¿Vivian juntos?

— Si, en mi apartamento.

— ¿Por qué estaba en este otro lugar?

Suspiro — Ese apartamento se lo regale cuando nos comprometimos. A Mia siempre gustaba de tener sus momentos de soledad...

— Por la cantidad de comida que había en la casa parecía que Mia llevaba varios días allí...

— Si, llevaba varios días saliendo muy tarde de la oficina y ella prefería estar en ese departamento para encontrarse con sus amigas y ese tipo de cosas.

Tome apuntes y pude notar como intentaba ver lo que escribía.

— ¿Su prometida llevaba una sortija?

— Si— respondió confundido— ¿Por qué?

Ante su pegunta decidí darle un poco más de aire y permitirle que se relaje un poco.

— Sospechamos que pudo haber sido un intento de robo que salió mal— comente cerrando la carpeta y dejándola sobre la mesa— No encontramos por ningún lado la sortija, ni dinero... ¿Mia solía tener dinero en efectivo?— pareció confundido por mi pregunta.

— Si...— respondió de forma entrecortada— siempre le pedía que llevara al menos mil dólares.

Terminamos la entrevista y lleve a Grecco a encontrarse con el hermano de la víctima. Cuando ambos se vieron se abrazaron y Eric lloro desconsoladamente sobre el hombro del que sería su cuñado. Algo de todo eso no terminaba de cerrarme.

Más tarde los acompañamos a la morgue, un momento desgarrador. Aunque seguía sorprendida por la entereza que mostraba Grecco.

— No lo sé— suspire mientras Simón encendía el vehículo para regresar a la estación— Tal vez estoy demasiado renegada hacia los hombres...— Comente mirando hacia la calle— Ese tipo no me gusta nada.

— ¿Grecco?— pregunto incrédulo— No lo sé, esos tipos suelen ser fríos ¿No? Pienso que su trabajo los hace así...

— No lo sé... No lo descartaría.

— ¿Por qué?

— Eric, el hermano— volví la mirada a mi compañero— habla de ella en presente, pero Grecco no lo hace, habla de ella en pasado. Como si hubiera tenido algo de tiempo para asumir que está muerta— suspire y relaje mi cabeza en el asiento— No lo sé, solo son lucubraciones...

***

Mar-Tinez

MiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora