13. Mía o de nadie

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DIA CERO:

Había pasado una semana y al parecer Bruno había entendido mi necesidad de espacio para pensar. El creía que volveríamos pero yo sabía que no podía perdonar esa traición, tal vez, si hubiera sido cualquier otra mujer hubiese podido hacerlo. No tiene sentido negarlo, estaba tan ciega, amaba a Bruno con tanta pasión, me sentía tan obnubilada por su belleza y su poder que podría haber perdonado cualquier cosa, de hecho lo hice, menos una traición con la novia de mi hermano. Porque esto no solo me lastimaba a mí, también lo hacía con una de las personas que más amaba en el mundo, mi hermano Eric.

Esa tarde me había sentido fatal, había estado vomitando mucho y estaba muy cansada pero la doctora que había visitado esa semana, para el primer control del embarazo, me había dicho que era síntomas normales de un embarazo, que no debía preocuparme.

Había cenado liviano, no quería irritar mi estómago y había decidido hacerlo temprano e irme a dormir. Luego de apagar las luces y dirigirme a la habitación escuche una llave entrar en la cerradura de la puerta, me di vuelta y encontré a Bruno parado en la sala, no estaba prolijamente arreglado como es si costumbre y sus ojos estaban rojos.

— ¡Vete!— grite, no estaba lista para volver a verlo — No quiero verte, no tienes nada que hacer aquí...— escupí con asco, era eso lo que me provocaba. Asco

— Tenemos que hablar...— dio un paso hacia mí pero me aleje con miedo y se frenó dónde estaba— No voy a lastimarte Mia, necesitamos hablar— Dio un paso más y luego otro al ver que no me movía— Te amo.

En ese instante solté una carcajada irónica — ¿Y porque me amas es que te metiste entre las piernas de Laura?

— No fue eso lo que pasó...

— No me mientas— pronuncie cada palabra con los dientes apretados y levante mi mano para señalarlo— No vuelvas a mentirme, sé que se acostaron muchas veces— sonreí— ¿Acaso pensabas que tu amante se quedaría callada? Creí que eras un hombre más inteligente, creí que sabias analizar a las personas pero esta vez te metiste con la zorra equivocada porque Laura no tardo ni dos minutos en contarme todo lo que habían hecho juntos...

Era mentira, una vil mentira, pero estaba seguro que el había hecho mucho más que acariciar su rodilla ¡Por favor! Es Bruno Grecco ¿Acariciar una rodilla? Pfff eso no lo creería ni su madre. Su no respuesta me hizo saber que estaba en lo cierto y eso dolió mucho, pero también me hizo entender que estaba en lo correcto, Bruno no me merecía ni tampoco a mi hijo.

— Vete...— trate de hablar más calmada y con voz más firme.

— ¿Y esto? — Saco de su chaqueta la prueba de embarazo que había dejado en su oficina.

— Olvídate de eso— suspire— no quiero que estés en mi vida...

— Las cosas no funcionan así Mia...

— ¿Y cómo funcionan?— sonreí

— Cásate conmigo, dejemos esto atrás...— su voz comenzó a temblar y paso una mano por su corto cabello— Prometo cambiar, no sé qué me pasó...

Volvió a acercarse y cuando estuvo lo suficientemente cerca, saco de su chaqueta el anillo de compromiso y me lo ofreció. Nos miramos fijamente a los ojos y tuve que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no caer en su trampa.

— Antes que volver contigo, prefiero estar muerta...— Susurre muy cerca de su rostro con los ojos inundados en lágrimas.

— Mia...

— ¡No!— Grite intentando empujarlo pero el apenas se movió— No quiero escucharte más, quiero irme de esta maldita ciudad, rehacer mi vida y criar a mi hijo sola.

En una fracción de segundos mi espalda golpeo tan fuerte la pared que deje de respirar, dolía cada vez que lo hacía. Una de sus manos sostuvo mi cuello pero no era como las otras veces, esta vez presionaba. Con su mano libre levanto mi rodilla y la engancho en su cadera, de manea que sintiera su sexo.

— Rehacer tu vida ¿Eh?— pregunto acercando sus labios a los míos y presionando su cadera aún más contra la mía— ¿Con mi hijo? ¿Acaso crees que soy idiota Mia?

No podía responder, me dolía el pecho. Era un dolor insoportable. Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas y el las recogió con su lengua.

— Eres mía ¿No lo entendiste aun? No decides, tú no decides absolutamente nada— La última palabra la pronuncio con un grito, pero el pecho me dolía tanto que ya no sentía miedo, solo quería que dejara de doler.

Haciendo un gran esfuerzo susurre — Nunca más contigo...

— Que confundida estas...— sonrió sobre mis labios— siempre conmigo cariño.

En ese momento comenzó a desabrochar su pantalón sin soltar el agarre de mi cuello. No podía pensar el dolor de mi pecho era insoportable. Deje que mis lágrimas cayeran y no me resistí cuando rompió el pantalón de mi pijama y la ropa interior que llevaba puesta.

Me violo, fui capaz de comprenderlos. En mis últimos momentos, fui capaz de comprender que esto era una violación.

No tenía fuerzas para moverme, para resistirme. El dolor se había esparcido a todo mi cuerpo, dolía respirar, dolía si quiera pestañear.

— Te odio...— susurre con el último aliento que me quedaba.

Y eso fue todo, su furia se acumuló en su mano. Intente soltarme clavando mis uñas en su pecho, intente mover mis piernas pero no podía, trate de soltar sus manos pero él no se inmuto. Presiono, presiono y presiono hasta que todo se puso negro y dejo de doler, al fin había dejado de doler.

"Mamá protégeme" fue lo último que recuerdo haber pensado. Siempre creí que mi madre era mi ángel guardián, ahora lo dudaba... aun así, le rogué que me cuidara.

Desde algún lugar vi como mis manos caían rendidas a un costado de mi cuerpo, mis rodillas dejaron de sostenerme y todo el peso de mi cuerpo callo sobre el de Bruno, que me recostó en el suelo con mucha delicadeza. Reviso mis signos vitales y se sentó en el suelo con los codos apoyados en sus rodillas y con las manos sosteniendo su cabeza. Ambos sabíamos que estaba muerta, mi bebe y yo lo estábamos.

Cerca de media hora más tarde se levantó de suelo y comenzó a limpiar y recoger todo lo que pudiera indicar que él había estado allí y me vistió con ropa limpia. El maldito no pensaba asumir sus actos, era Bruno Grecco ¿Acaso podía esperar algo mejor de él?

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Mar-Tinez

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