1. Adulto independiente

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DIECISEIS MESES ANTES:

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DIECISEIS MESES ANTES:

— Ahora eres un adulto independiente— mi hermano abrió la puerta de mi departamento y sacudía una bolsa negra en su mano, la abrió y de ella sacó una enorme caja de condones— más te vale comportante.

— ¡Eric!— exclame sonrojándome hasta sentir que mis mejillas quemaban y le arroje un almohadón que estaba por colocar en mi pequeño sofá.

— ¿Qué?— exclamó el rubio como si no comprendiera que es lo extraño— Te regale una cuando entraste a la universidad y sé que las usaste, eres mi hermana y no una monja de clausura, ya entendí que tienes sexo y prefiero que te cuides...

— De verdad Eric, odio la parte en la que te volviste un hermano cool que asume que su hermana ya es una mujer...

Eric río y dejó la caja de condones en la isla de la cocina, mientras llevaba uno de mis bolsos de ropa a la habitación.

Suspire y me senté un minuto en el sofá. Mi nuevo departamento era pequeño, lo justo y necesario para mí y mi, pequeño, nuevo sueldo. Acababa de conseguir trabajo en Grecco Inc., una compañía impresionantemente grande, con filiales en todo el mundo y donde las posibilidades de crecimiento eran ilimitadas. Era un contrato temporal, para hacer el reemplazo de la asistente del jefe de recursos humanos, aunque hay muchas posibilidades de quedar fija en el puesto, algo que me tiene muy pero que muy emocionada. Es un puesto raso, una simple asistente personal, pero tenía esperanzas que con mi título en admiración pueda escalar hasta quien sabe dónde, las esperanzas siempre fueron lo que me mantuvieron en mi eje.

Mi padre me había ayudado, con sus contactos, a conseguir este pequeño apartamento en la ciudad de New York, estaba a solo siete cuadras del Grecco Building y el valor de su renta era lo que más me había gustado. Contaba con una pequeña cocina, en la que una barra hacía las veces de comedor porque no había demasiado espacio, por lo que debía elegir entre la sala de estar y el comedor. Era una amante del cine por lo que mi decisión fue simple, quería un sofá y mi tv. Mi habitación era de un buen tamaño tenía un bonito y cómodo armario y, además, cabía mi cama doble y un escritorio. El baño era simple y tenía el espacio justo para mi pequeña persona.

— ¿Y esto?

Cuando levante la mirada encontré a mi padre levantando la caja de condones que mi hermano había dejado sobre la mesada de la cocina.

— Fue Eric— exclame, como si tuviera diez años, señalando al rubio que salía de mi cuarto.

— ¿Los usaras todos?— exclamo con los ojos bien abiertos mi hermanita Emma.

— ¿Qué usara?— preguntó mi padre poniéndose pálido como un papel.

— ¿Acaso sabes qué son?— mi hermano hablo con la voz entre cortada.

— Tengo trece años— mi hermanita puso los ojos en blanco y dejo en la cocina unas cajas con ollas que mi madre me había comprado en Los Ángeles— y tengo educación sexual desde los diez, sé que son y cómo se usan.

Intentaba contener con todas mis fuerzas la risa de ver a mi padre y a mi hermano descomponerse en ese momento y es que había sido yo quien, en realidad, le había enseñado a mi hermana a colocar un preservativo. Cuando me entere que ya todas sus amigas habían perdido la virginidad, algo que me había horrorizado, yo a los doce años aun jugaba con muñecas y besaba mi poster de Nick Carter... En fin, cuando supe eso pensé que, además de explicarle porque debería esperar, debía enseñarle como cuidarse... En fin, mis clases de educación sexual usando un pepino, que habíamos encontrado en la heladera, debía ser un secreto y mi hermanita es una chica de palabra: la adoro.

— ¿Qué paso?— pregunto mi madre, entrando ultima, había ido al supermercado que estaba justo a dos calles, a comprar cosas porque tenía la necesidad de dejar mi heladera llena, solo así dormiría tranquilamente en la noche.

— Eric me regalo una caja de condones...— exclame volviendo a señalar a mi hermano que me miro con odio.

Mi hermano y yo nunca habíamos madurado, nos amábamos y amábamos pelear. Él era mi mejor amigo y yo era la suya, era a quien recurría sin lugar a dudas cuando necesitaba un consejo, era a quien llamaba en la universidad cuando me emborrachaba tanto que apenas recordaba mi nombre y era a quien le robaba los cigarrillos de marihuana cuando ambos pasamos por esa faceta en la universidad. No podíamos dejar de pelear pero tampoco podíamos estar sin hablar un solo día de nuestras vidas.

— Eric...— mi madre lo reprendió con la mirada.

Sara no necesitaba mucho más, era el tipo de madre que podía mantener a rayas a una familia solo con la mirada. Era amorosa, pero estricta algo que en el fondo le agradecía creo que era lo que necesitaba para no volverme una joven conflictiva puesto que motivos me sobraban.

Esa noche, cuando finalmente mi familia decidió volverse a Los Ángeles, me invadió un sentimiento de vacío. Mi familia siempre había estado cerca y aunque yo ya vivía sola, todos estaban a minutos de distancia, esta era la primera vez que no podría correr a los brazos de papá o de mi hermano cuando algo realmente me molestara.

Me di una ducha para relajar mi mente y termine de acomodar las pocas cajas que había traído de Los Ángeles mientras escuchaba un hermoso tema de Soda Estéreo, la banda favorita de mi madre y que se trasformaría en la mayor conexión que tendría con ella desde la última vez que la vi. Mientras que el tema "corazón delator" sonaba por el altavoz de Alexa, bebía de mi cerveza y observaba las tres opciones de outfit que tenía en la cama para usar al día siguiente, quería causar una buena impresión, por lo que elegí la opción con pantalones rectos y camisa blanca. Tan típico y aburrido, lo sé. Pero la moda no era lo mío.

Suspire y un nudo en mi estómago me recordó lo mucho que cambiaría mi vida al día siguiente, debía ser valiente y caminar por primera vez sola, sin que nadie sostenga mi espalda. Era el momento en el que Mía Astor debía convertirte en una mujer fuerte e independiente.

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Mar-Tinez


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