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El comienzo, la
historia que debió ser contada. 
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El cielo anaranjado se veía hermoso desde donde lo contemplaba, podía ver a media Konoha y admirar los mejores atardeceres desde la torre del Hokage, justo como hoy hacía, tomando asiento en esa cómoda silla con su mirar a las afueras, su cuerpo le exigía un descanso ante tanto papeleo, pero no deseaba detenerse, es decir, nadie estaba esperándole en casa, ¿por qué tendría que volver? Como Hokage, estaba adelantando lo suficiente quedándose a trabajar, no quería llegar con su soledad y acostarse en esa cama acompañada de la ausencia que su pareja le dejó.

No tenía por qué deprimirse, confiaba en que todo saldría bien y que su pareja regresaría pronto, tiene sus compromisos con las personas después de todo. El problema es que se le estaba haciendo difícil armarse una amistad con su ausencia porque de recordar la sola idea de que están separados le provocaba una leve depresión, eso aún sabiendo que va a regresar... o eso quiere creer; tal vez se acostumbró a su compañía al mismo tiempo que su amor crecía. Seguramente esto era una prueba para ambos y así saber qué tan fuerte era su amor a la distancia, pero no tendría sentido, tanto ella como él han estado fuera por unos días y lo han podido superar, pero esta ausencia es la más larga que ambos han tenido que soportar, pocas ganas le faltaron para ir a buscarle y fundirse en ese cuerpo que tanto ama, pero no podía dejar a la aldea sin un líder que los cuide, esa es la misión: hacer que los aldeanos se sientan protegidos con su presencia en la aldea, no fuera de ella. Sus pensamientos se vieron interrumpidos ante los golpes que escuchó en su puerta, tomó aire para suspirarlo. Esto era irónico, no quería trabajar más, pero lo necesitaba para distraerse de sus pensamientos y recuerdos.

—Pase —dijo lo suficientemente claro para que le escucharan.

—Oye —llamó el Nara entrando de repente en lo que se acercaba al escritorio —, ya es tiempo de volver a casa, ¿no lo crees? —cuestionó rascando su cabellera negra.

—Supongo que sí... —mencionó bajito con melancolía —¿Aún no sabes nada, Shikamaru? —se giró en la silla para verle.

—No... —respondió apenado al ver sus ojos esperanzados —Sé que esto se está alargando más de lo planeado, pero pronto volverá. Estas reuniones no suelen durar tanto tiempo... —dijo tratando de animarle.

—Lo mismo me dijiste hace como tres semanas —dijo desviando la vista a un costado —. Ya son siete meses desde que se fue, ¿qué tanto pueden estar discutiendo? Ni siquiera hemos recibido un mensaje suyo...

—Debes ser paciente, Sakura —dijo Shikamaru posándose a un costado de ella donde dejó su mano en el hombro de ella para brindarle apoyo.

—Cada vez lo extraño más... —el azabache pensó en lo molesto que era consolar a una chica con sus sentimientos dolidos porque no sabe muy bien qué hacer sin ganarse un golpe, pero era más molesto no poder ser el amigo que ella necesita por su falta de tacto.

—Vamos a casa, si quieres, puedes venir a cenar a mi casa, Temari lo entenderá y así podrás hablar con ella para desahogarte —sugirió. Y aunque la propuesta era totalmente llamativa, ¿de qué le servía? Si al llegar a su hogar compartido sería el vacío quien la recibiría.

—Gracias, Shikamaru —sonrió ella, sintiendo la fortuna de tener un amigo que intenta consolarla —, pero me quedaré un poco más para adelantar y así todo sea menos pesado.

—Está bien, pero no tardes tanto, debes descansar porque ya tienes unas ojeras bastante pronunciadas y le dolerá verte así, ya sabes cómo es él —Sakura se rió leve, cosa que hizo sonreír al azabache, al menos la hizo reír —. Bueno, cualquier duda que tengas lo dejas de lado y mañana lo revisamos, ¿sí? —la fémina rodó los ojos amistosamente porque esa advertencia era diaria —Nos vemos mañana, Sakura.

Lo Que Siempre Soñamos Ser... [NaruSaku] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora