26 ; Cosas del pasado

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Hermione abría lentamente los ojos mientras los rayos de sol se colaban por las finísimas cortinas de seda de su habitación. Se frotó los ojos con las manos y se colocó su bata para dirigirse al baño a tomar una ducha, pero algo en el escritorio de su alcoba le llamó la atención.

Un gigantesco ramo de preciosas rosas rojas se encontraba allí. Inconscientemente sonrió, y luego se percató de una nota. La tomó entre sus manos y la leyó detenidamente:

Para la princesa más hermosa.
Feliz cumpleaños, amor.

Te ama,
D. M.

P. D. Llegaré a tu casa en una hora.

Soltó una risita alegre al leer la pequeña pero amorosa nota de su amado prometido.

Invocó un poco de agua y se las puso a las flores.

Luego de haber alistado su ropa, entró al cuarto de baño a tomar una ducha en lo que Draco llegaba.

Alrededor de unos treinta minutos pasaron, cuando salió con su bata de baño para colocarse la ropa.

Su conjunto de aquel día consistía en un vestido verde esmeralda -que le recordaba a su Casa de Hogwarts- corto, unas medias y tacones negros. Aquel conjunto era muy elegante. Su cabello rubio lo llevaba suelto, pero con ondulaciones hermosas. Su maquillaje era muy sofisticado, con los ojos ahumados, rímel y delineador negros, y los labios color vino.

Se veía muy hermosa, de la antigua Hermione no quedaba nada. A excepción de la inteligencia y su valentía, aunque ya no fuese una Gryffindor.

Se observó en el espejo y se dió cuenta de que había cambiado bastante. Desde que Joseph y Scarlett habían acudido al mundo muggle a buscarla, y la llevaron a la Mansión, su forma de ser, de vestir y sobretodo sus prioridades, habían cambiado.

Aquella mañana en que cumplía diecisiete años, recordó con nostalgia a sus antiguos amigos.

A Harry, Ronald, Neville, Luna, Ginny... Quién hubiera pensado que la que alguna vez fué su mejor amiga, fuera capaz de matar a su hermana menor...

Luego estaba Harry, aquel chico que por cinco años consideró su mejor amigo y hermano. Le dolía el hecho de haberse tenido que separar de él, a pesar de su orgullo, Hermione en lo más recóndito de su corazón sentía que le extrañaba. Si bien, ahora tenía nuevos amigos, hermanos y todo aquello, Hermione extrañaba a sus amigos leones. Aunque por ahora la furia y el rencor se apoderaran de su corazón.

Ronald... Vaya, el pelirrojo a quien secretamente amó, se había convertido ahora en su enemigo al igual que Harry, ¿qué hubiese sucedido si hubiera sido novia de Ronald? Pensaba la chica. Seguramente ahora no estaría con Draco. Lo más probable es que no hubiera querido cambiarse a la Mansión Greengrass, y consecuentemente, no hubiera conocido a sus hermanos, a sus nuevos amigos, y no hubiera conocido verdaderamente al chico que ahora ocupaba su corazón.

No se arrepentía de nada, Ronald había sido un capítulo corto de su vida. Con Ronald se había enamorado de lo que significaba estar enamorado, de aquel dulce sentimiento del primer amor.

Con Draco todo era distinto, él era pasión y amor combinados perfectamente... Instintivamente miró su anillo de compromiso... Draco era el indicado para ella, él era su presente y su futuro.

Ronald era cosa del pasado.

Luego recordó a Neville y Luna. Con aquellos no había tenido ningún percance ni pelea como con Ronald, Ginevra o Potter; simplemente habían cortado comunicación, y ya.

Recordó con tristeza como fué que Theo le contó que Luna estaba prisionera en la Mansión Malfoy. Se sintió impotente al no poder hacer nada por la rubia de ojos soñadores que solía ser su amiga. No podía entrometerse a las mazmorras y sacarla de allí, tampoco podía pedírselo a Draco; pues aquello les causaría problemas tanto a los Malfoy como a su propia familia.

Hermione ¿Greengrass?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora