1 ; Familia real.

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Hermione P. O. V.

10 de junio.

Y aquí estoy, releyendo por enésima vez La historia de Hogwarts, cuyas páginas resultan un incesante tedio para la mayoría, pero que a mí me fascinan.

Recién comienzan las vacaciones y ya extraño la magia: Las velas flotantes, la maravillosa biblioteca de Hogwarts e incluso he llegado a echar de menos el escuchar a Ron y Harry parlotear por horas y horas sobre el quidditch.

De hecho, debo reconocer, que extraño meterme en problemas con los chicos.

A pesar de ser casi el medio día, sigo en mi habitación, en ropa de dormir y con el pesado y polvoriento libro sobre mi almohada (sin tomar en cuenta que puede causarme una alergia terrible), rememorando con cierta nostalgia las interesantes clases con el profesor Binns.

¿Y es que como pueden existir personas que odien esa asignatura? Es decir, ¿cómo puede alguien no interesarse en el surgimiento de todo, en aquello que no vimos pero que alguien se dio a la tarea de plasmar para que nosotros pudiésemos saberlo? Se trata de curiosidad.

Pensaba eso cuando mi madre entró a mi alcoba sin tocar. No importaba, pues a pesar de que desde pequeña mis padres me inculcaron ser siempre educada y respetuosa, existía cierto vínculo entre nosotros tres que nos impulsaba a tener una gran confianza.

Además, ¿dónde quedaría mi sentido de inteligencia si no cierro el cerrojo de la puerta si me estoy cambiando?

—Buenos días, mamá —dije a modo de saludo.

—Buen día, cariño —respondió con la voz ligeramente quebrada. Fue ahí cuando la miré a los ojos y descubrí que tenía los ojos húmedos.

—¿Sucede algo? —pregunté con preocupación.

Ella suspiró largamente, justo como lo hacía cuando estaba en una de esas situaciones tensas que la dejaban con una buena jaqueca por un par de días.

—Hermione tenemos que hablar. Ha llegado una visita —noté que su voz se debilitaba al decir la última palabra—, arréglate un poco y baja de inmediato —me ordenó mientras se giraba para bajar las escaleras.

No pude contestar o preguntar algo debido a que ella ya se había ido.

Fui al baño a ponerme decente de prisa, era de mal gusto hacer esperar a las visitas. Me lavé la cara y cometí el error de mi vida al intentar cepillarme. El pobre objeto quedó atorado entre los nudos de mi ensortijado cabello.

Me cambié el pijama por una camiseta y unos jeans, al fin, estaba en casa, y aunque no odiaba los vestidos, prefería utilizarlos sólo cuando una situación de verdadera importancia lo ameritaba.

Al mirarme al espejo descubrí que tal vez con un buen peinado y ropa de mi talla, Ron se fijaría en mí. Suspiré.

Agité la cabeza en una vano intento de espantar aquellos pensamientos antes de salir de la habitación para dirigirme a la sala de estar.

Mis padres, sentados en el sofá de dos plazas, están tomados de la mano con firmeza. Mamá tiene un pañuelo en su regazo y sus ojos están enrojecidos, mientras que mi padre tiene una postura más serena que la de ella; aunque por su mirada, y la manera en que sostiene la taza de té puedo notar que no está para nada tranquilo.

Papá no toma el té al medio día.

Frente a ellos está una pareja completamente desconocida para mí, pero que logro analizar de inmediato. Ambos están perfectamente sentados, un par de tazas de té reposan sobre la mesa y sus miradas recaen en mí de inmediato.

Hermione ¿Greengrass?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora