~ Conway: Alfa - Aroma a Vino. ~ Gustabo: Omega - Aroma a Melón.
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Jack Conway, el alfa más desado y rico de toda la ciudad, estaba perdidamente enamorado de un rubio que no pasaba del metro setenta. Quién es el chico rubio? Gustabo Garcia, omega que atrae a hombres y mujeres ya sean alfas, betas u omegas. Es simplemente hermoso, su piel pálida como la nieve, cabellos dorados como el oro y sus tan profundos ojos celestes.
No podemos culpar a Jack de haberse enamorado del muchacho, cualquiera en su posición lo haría. El problema era que Garcia no era un omega como los demás, no era tímido frente a los alfas, claro que no. Adoraba tener a la gente haciendo fila por el, amaba coquetear con todo el mundo y creando falsas ilusiones. Le gustaba ser un omega libre, llegar a casa y si queria salir a una discoteca a follar con alguien lo hacía.
Pero algo cambió el día que Jack lo acorralo en su despacho y le dijo que era solo suyo, que su vida y culo le pertenecían. Sabía que le gustaba a mucha gente, pero hasta al mismísimo superintendente? Eso era una novedad.
[...]
Conway estaba que explotaba, llevaban media hora de negociación y los atracadores no cedian ante nada.
X.- Ya le dije que no quiero negociar con usted super, quiero que venga ese lindo chico rubio de culo gordo-. Estaba por levantar su arma y dispararle en ese preciso momento de no ser porque el aludido llegó a la escena.
G.- Ay muchas gracias, usted tiene unos muy lindos ojos. Ahora si, podemos empezar?-. Poco le importo la mirada furiosa que le dio su superior. Su pico de oro funcionaba fácilmente en atracadores.
X.- Empecemos lo que tu quieras guapo, si quiere le doy todos los rehenes a cambio de que tu entres aquí-. Gustabo se mareo al sentir las fuertes feromonas dominantes olor a Vino que emanaba Jack.
C.- Un respeto gilipollas, me canse, se rompen negociaciones-. No le importo la ética moral, no hubo cuenta regresiva. De hecho no termino ni de decir la oración que ya había abatido al otro alfa.
G.- Pero usted se volvió demente o que! Lo podría demandar por hacer eso-. Su mente hizo click en ese momento y se dio cuenta de algo, lo ponía muy cachondo ver al superintendente enojado.
C.- Soy el dios de esta ciudad muñeca, que me demande la polla si quiere, antes de que salgas de servicio te quiero en mi despacho-. No le dio oportunidad a objetar pues se fue a paso rápido a mirar al detenido.
Todavía faltaba mucho para que su turno termine, así que pensó en poner la situación más divertida aún, se acercó a su patrulla y pincho las ruedas.
Al cabo de unos minutos vio como todos los oficiales se retiraban, solo quedaban el Superintendente y el comisario. Se acercó al patrulla que estaban por arrancar y vio que su plan había salido perfecto. El patrulla estaba lleno.