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Si había algo que amaba cuando era un niño era ir a clases y que sus maestras le digan lo buen chico que era, para luego darle una estrellita por buen comportamiento. Anelaba volver a esa época, porque si le preguntaban como era ir al instituto actualmente podría describirlo con dos simples palabras; un infierno.
Por qué era así? Desde que descubrió su sexualidad y empezó a ser el mismo sus compañeros y compañeras se encargaron de reírse de él cada que podían. Ni hablar de cuando era el receso y lo buscaban para sacarle todo el dinero o comida que lleve encima.
La situación empeoró cuando ese chico de cabello castaño, descubrió lo divertido que era ver correr al rubio suplicando que lo dejen en paz.
[...]
B.- Vengaaa rubito no sirve de nada esconderse, de hecho es peor porque como te encuentre te voy a partir la cara esa de marica que me llevas-. Escuchaba su voz a lo lejos, rogaba a todos las vírgenes que no lo encuentre.
Estaba escondido dentro de la sala del conserje, en los vestuarios de las canchas deportivas. Oía sus pasos cada vez más cerca y con cada paso que daba el contrario sentía su corazón latír con fuerza. No quería que lo golpeen, no otra vez.
B.- Te encontré!-. Abrió la puerta y pudo ver el terror en los ojos azulados del pequeño rubio.
Gustabo intento ponerse de pie para correr pero no pudo moverse ni 10 centímetros que ya estaba en el suelo otra vez. Vio como el mayor lo agarraba del cuello de la camisa para estamparlo conta la pared. Estaban tan cerca, pero el solo cerró los ojos esperando el primer golpe.
G.- Y-yo que te hice Xavier, tanto me odias para golpearme?-. Finas lágrimas caían y se perdían en su cuello. Brown miró sus labios, sentía sus respiraciones mezclarse. Cuando reaccionó a lo que estaba haciendo simplemente cerró el puño y le dio múltiples golpes al muchacho, escuchaba sus suplicas de que se detenga pero no pensaba hacerlo.
B.- No vuelvas a decir mi nombre con tu sucia boca de marica. Y más te vale no decirle a nadie que te golpeó o te juro que te mato con mis propias manos-. Soltó un escupitajo en su rostro antes de salir de la sala, sentía una presión en su pecho que no sabía explicar qué era.
Gustabo se hizo bolita en el suelo y soltó los sollozos que había intentado aguantar. Le dolía el cuerpo, pero más le dolía el corazón de pensar que jamás iba a ser feliz. El hecho de que la persona que te gustaba desde los 13 años te golpee fue una realidad que le dolía cada vez que lo recordaba.
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