Gustabo Garcia: 18 años Jack Conway: 29 años Viktor Volkov: 27 años
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No era correcto lo que su mente deseaba y lo sabía, pero no podía contenerse. Cada vez que acompañaba a su padre a comisaria veía a los que consideraba los hombres más sexis que había visto jamás. Sus amores platónicos desde que tenía 16 años y los vio por primera vez en la cena navideña.
A.- Gustabo presta atención joder-. Aiden río, su hijo a veces era algo distrido y era fácil verlo divagar en su mente.- Tu madre y yo iremos a atender un atraco, quédate en nuestra oficina y no rompas nada, oíste?
Gustabo solo rodó los ojos.
G.- Papá ya no soy un niño, aparte, no es como si fuera la primera vez que me quedo en comisaria sabes-. Dijo mientras le mostraba la lengua al mayor.
A.- Tienes 18 pero mentalidad de un crío de cinco añitos-. Revolvió su cabello rubio y corrió al patrulla entre risas donde se encontraba su esposa. Eran excelentes padres.
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Apenas había pasado media hora y el estaba aburridisimo, empezó a indagar entre las cosas de la oficina pero no había nada interesante. Miro fijamente la silla giratoria de su padre e hizo lo que cualquier persona madura haría, empezó a girar y a moverse rápidamente como si de un auto se tratara.
Mala suerte la suya cuando no vio que se acercó demasiado a la alfombra cerca de la mesita y la rueda se trabo, haciendo caer golpeándose la frente con la punta del sofá. El golpe sonó seco y su grito seguro lo escucharon hasta en los calabozos, pero no era de menos, realmente le dolió la caída.
Estaba sobandose la nariz cuando escucho la puerta ser abierta bruscamente asustandolo, miro hacia ahí y vio al Comisario Volkov con arma en mano.
V.- Que paso!? Esta bien?-. Se dirigió al menor con rapidez y lo ayudo a levantarse, Gustabo estaba callado y eso preocupo al ruso. Tomo sus mejillas con sus enormes manos y inspeccionó su rostro viendo como al segundo su nariz empezaba a sangrar.- Joder espera un segundo, voy a llamar a Aiden.
G.- No!-. Su voz salió como un grito sin querer, lo cual lo avergonzó un poco-. Digo, no hace falta señor, solo me golpee un poco-. Sonrió mostrando esa sonrisa blanca como la nieve.