LO MÁS LEJOS POSIBLE

51 3 9
                                    

-¿Enserio pensaste que podías ganarme? ¿A mí?

-En otras circunstancias lo hubiera logrado y lo sabes.

-Es un poco bajo para ti excusarte en eso, ¿sabes?- replicó entrecerrando los ojos.

-Pues es más bajo que tú abuses de ello- susurré con mis piernas pegadas al sofá crema de su sala, asiendome fuertemente de su respaldo para evitar caer sobre él.

Con absoluta severidad me reprendí mentalmente por quintuagesima vez sabiendo que era mi culpa el encontrarme en ese instante en tan desagradable situación, por que si tan solo hubiera sido un poco más rápida, ágil, silenciosa y observadora, a esas alturas Matthew no tendría estampada esa sonrisa de superioridad y mucho menos estaría acorralandome contra un sofá.

La idea de un Matthew dolorido de la cabeza por los aciertos de mis ataques conmigo como ganadora me era por mucho, inmensamente mas atractiva que mi realidad.

Y yo tenia la culpa.

-Tú fuiste la que empezó. Alguien debe enseñarte algunas reglas básicas de comportamiento y más si eres una invitada.

-Tú me drogaste y me trajiste aquí por la fuerza, alguien debería de enseñarte a ti reglas básicas de respeto.

-Tú me obligaste, ya te lo dije.- me advirtió apuntándome con el dedo- De todos modos a nadie le gusta que le arrojen a la cabeza su inmobiliario, y mucho menos a sus mascotas.

-¡Ya te dije que no sabía que era una pecera!

¡¿A quién se le ocurre comprar una pecera con forma de tubo?! Y peor aun, utilizarla como tal. Él era un maldito irresponsable.

Yo jamás pude imaginar qué era eso. Para mi sólo fue un ridículo adorno. Bueno, fue eso después de que me diera cuenta lo que en verdad era. No es como si todos nos detuviéramos a pensar en la función de cada objeto que para nosotros es un arma de ataque, ¿no?

-Pudiste ver antes de arrojarlo. Pobre Gold, la tuvo cerca.

-Lo siento por él, por ti no.

-Oh, no Sharon. Decir eso no ha sido muy astuto de tu parte- chasqueó la lengua antes de que se moviera más próximo a mi. Gran error.

Instintivamente retrocedí, sólo que me olvidé de que el espacio era nulo y en menos de dos segundos mis dedos resbalaron por la tela del sofá, y buscando desesperadamente un nuevo lugar del que asirse para evitar mi caída, los enganché sin pensar en la camisa de Matthew, arrepintiéndome en el instante, ya que en lugar de lograr mantenerme en pie como se supone debió de haber sucedido, logré justamente lo contrario, sólo que esa vez no sólo caí yo, sino que él vino conmigo, quedando ambos en un santiamén, sobre el pequeño sofá en una posición nada cómoda y si muy comprometedora.

Sus respiraciones agitadas se combinaron con las mías, y la cercanía de nuestros rostros evidenció cada uno de nuestros rasgos a la perfección.

Sentía su calor irradiarme toda y sin embargo mi cuerpo no reaccionaba como debía. De pronto la repulsión que debía sentir ante su cercanía simplemente no existía, el hormigueo escabroso del miedo huyó cobardemente y yo simplemente me había quedado desprotegida. ¡Que irónico!

Al menos el sudor de mis manos parecía fiel... aunque sospechara de sus motivaciones.

-Podría besarte- su aliento con aroma de café invadió sin previo aviso el espacio entre los dos, haciéndome cerrar los ojos para evitar caer en aquello a lo que los suyos me invitaban. - Pero no es el momento- agregó antes de dejarme respirar aire fresco y de paso también volver a poner a mi cerebro en funcionamiento.

El secreto del callejón ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora