ENCANTOS ROTOS

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Izquierda, derecha. Izquierda, derecha. Esos eran los movimientos de Ms. Higth. Aún seguía sin poder entender como alguien de la misma edad de que Compton, podía gozar de tan buen humor. Algo muy malo debió de haberle sucedido como para que él tuviera ese humor. Desvié mi atención de sus movimientos cuando ella tomó una tiza y comenzó a escribir con rapidez sobre la pizarra como lo hacía cuando restaban cinco minutos para que finalizara la clase. Presurosa tomé nota de los ejercicios que anotaba justo antes de que comenzara a borrarlos.

-¿Cómo te fue con el video?- preguntó David apenas salimos del salón.

-¿En serio me estás preguntando eso?

-Tienes razón, soy un imbécil. ¿Lograste identificar al asesino?

-En teoría sí. Eran tres, la cámara sólo logró captar a uno de ellos...fue el que mató a mi padre. Creo que basta.

-¿Y qué harás ahora? Bueno, si se puede saber- corrigió con inmediatez al notar mi enarcamiento de cejas.

¿Quién se creía él? Una cosa era que él me hubiera ayudado a ubicar al maldito ese, pero otra muy diferente era que quisiera cobrarme cuentas y vigilar cada uno de mis pasos. Si nadie lo había hecho durante todo este tiempo, él no iba a ser el primero.

-Identificarlo, obviamente.

-¿Quieres ayuda con ello?- se ofreció abriéndome la puerta de la cafetería para que pudiera pasar.

-No es necesario, lo haré yo misma- respondí rápidamente tratando de evitar involucrarlo más de lo que ya estaba. Lo que yo haría lo haría sola. Si las cosas no salían como debían, la única que debía sufrir las consecuencias debía de ser yo, y David lo complicaba.

-Mi tío trabaja en la Agencia de Datos Poblacionales de esa zona, no le molestará. Además, nadie lo visita desde que se le metió a la cabeza la idea de que tenemos algo parecido al Gran Hermano de la ex Unión Soviética, una visita mía será para él como un regalo del cielo.

-Alguien debía de concederle algo de credibilidad. Las redes sociales son por mucho lo más parecido a ello que he encontrado- me reí mientras veíamos a Diana hacernos señas en una mesa del fondo para que nos uniéramos a ella.

-¡No le ayudes!- fingió ofensa- entonces... ¿qué dices?- insistió a unos pasos de llegar donde Diana.

-Aún me lo tengo que pensar. De cualquier modo, si decido que sí te lo haré saber. Ahora olvidemos el tema- le corté en su aparente intento por darme una réplica, recorriendo las sillas moradas de la mesa que Diana había apartado.

-Necesito que vayamos a la fila de alimentos ahora- se dirigió a mí sin despegar la vista de ese mismo punto, algo que en circunstancias comunes, debería ser una delgada fila semejante a la silueta de una serpiente, y que lo sería de no ser porque justo ahora parecía la silueta de ese mismo animal pero después de haberse comido un huevo entero, ya que justo por la mitad de ésta, se encontraba un conglomerado de gente.

-Al parecer el nuevo es toda una atracción- comentó David sacando de su mochila un emparedado que lentamente comenzó a comer.

-¡Es que tiene tanto encanto!- suspiró Diana.

-Sí, seguro: el encanto de ser el niño nuevo. Me pregunto de quien habrá heredado ese don. ¡Menudo encanto!- me burlé de ella logrando su mirada desaprobatoria.

-Lo tengo en tres de mis clases hoy- prosiguió esta.

-¿Pero no solo apenas llevamos una?

-Ferrero Rocher, David- le informé a éste- empiezo a creer que Ms. Linda tiene un grave problema con el chocolate- fruncí el entrecejo y sacudiendo la cabeza desaprobatoriamente.

El secreto del callejón ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora