AMNESIA

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El tenue resplandor del sol saliente por el oriente era una de las cosas que definitivamente todos debíamos de ver cuando menos una vez en la vida. Y con ver me refería a hacerlo seriamente. A dedicarle más que un simple vistazo de menos de un minuto al despertarse en las mañanas, a apreciar con severidad los contornos dorados que sus suaves rayos parecían proporcionar a las escasas nubes que surcaban en el cielo, la delicadeza de las mismas, su moverse imperceptible a simple vista por el viento... todos esos simples detalles que realmente tenían efectos terapéuticas al evadir por instantes la compleja realidad de quien sea que las mirase.

Bajé el cristal de la ventanilla del coche de Matthew para permitirme aspirar el aire limpio y seco que se sacudía a nuestro pasar.

-¿Has salido alguna vez de Phoenix?- me pregunto Matthew después de unos minutos.

-Dos veces, cuando era pequeña.-respondí aún con la mirada fija en un punto ciego del cielo.

Menuda forma de comenzar el día. Remover el pasado no era de las cosas que yo disfrutase de hacer, de hecho era de las que yo evitaba de la manera que fuera, pero bueno, a estas alturas ya debería estar acostumbrada a abandonar mis viejos hábitos cuando él estaba cerca de mí.

-¿Y a dónde habéis ido?- inquirió de nuevo con la vista fija en el asfalto de la carretera a través del parabrisas.

-La primera vez fue a Italia, la segunda a México.- me resigné a responderle de nuevo pretendiendo evitar su acoso inquisitivo si hacía lo contrario.

-Yo nunca he salido de Estados Unidos. Te envidio, ¿sabes?

-Bueno, en realidad no recuerdo mucho de esos viajes.- mascullé en voz alta sin siquiera pretender hacerlo.- De Italia en especial. Creo que tenia dos años cuando mis padres decidieron ir ahí.- continué con mi episodio del Baúl de los Recuerdos.

El punto de todo eso era pasarlo bien, ¿no? Al menos debía de agradecer que los recuerdos de esta vez eran felices. Quizá debería reconsiderar la idea de nana Vilma de recuperar mi álbum de fotografías.

-¿Y qué hay de México?

-Tenía seis cuando fui por primera vez. La segunda fue solo un par de años después.- me giré sobre el asiento del coche recargando la espalda contra la puerta del mismo con la intención de hacer de esa conversación algo un poco más ameno.- A papá le encantaba ese país.

Sonreí melancólicamente al recordar el brillo peculiar de sus ojos grises cuando repasaba en cuentas de sobra su itinerario antes de partir. Once años después seguía pensando en que él era la única persona que anotaba al pie de página de sus listas el preguntarle a su pequeña hija si era feliz.

Tal vez esa era una de las cosas que siempre nos pertenecerían a él y a mi.

-Grimm me ha dicho que es hermoso. ¿A qué parte habéis ido vosotros?

-A las playas de las costas del sur.- parpadeé confundida mientras salía de mi momentáneo estupor.- Mi papá decía que las aguas eran más limpias y cálidas, pero sí, eran hermosas.

-En ese caso no me sorprende que hubiera sido el lugar favorito de tu padre. Apuesto a que él debió de haber visitado muchos lugares más allá de las playas del sur.

-Bueno, jamás le pregunté ni él me dijo que su país favorito fuera México. Tampoco creo que haya visitado más lugares aparte de las playas.- dije lo segundo con más convicción al recordar su aversión por las playas frías.

Por los lugares fríos en general. Recordaba que esa había sido la razón principal por la que él decidió vivir en Phoenix luego de que se pasara la mitad de su vida en Washington.

-¿Entonces?

-Ya...- bajé la vista hasta mis manos revolviéndose en mi regazo mientras me debatía entre la posibilidad de continuar o no.- ... era el único sitio al que no habíamos ido con mamá. O al menos al que no habían ido ellos dos juntos y hasta hace poco comprendí sus razones para evitar cualquier sitio que le recordara a ella. O al menos creo haberlo hecho.

El secreto del callejón ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora