Capítulo 10.

49 4 1
                                    

  El frio causado por la mañana nublada y su actitud evasiva lo estaban consumiendo. No podía creer que esto le estuviese pasando.

  Desde aquel día todo parecía venírse abajo. Nada parecía mejorar. Todo le resultaba confuso pero, más que confuso, era desesperante.

  En cuestión de una noche había perdido demasiadas cosas. El derecho que se le había conferido lo había perdido y eso solo le hacía ansiar que alguien interviniera en su situación y le ayudaran a solucionar la crisis nerviosa que podría llegar a sufrir si no fuera porque era consciente de que debía mantener la calma.

  ¿Es que nadie podía ser solo un poco más compasivo con su joven vida?

  Giró su rostro hacia el escritorio detrás del suyo para encontrarse con aquellos ojos azules decorados de parpados cansados y obscurecidos. Ella desvió la mirada y se levantó de su butaca.

  Peor que la evasiva de ella, era no poder encontrarla en su propia mirada. Aquel brillo parecía haber muerto y junto al brillo en sus ojos, murió también su animada personalidad. Pero aun peor era no encontrar el valor para buscar el momento y hablar sobre aquello que también lo estaba consumiendo.

     - Por favor...

  Ella escucho aquel susurro pero escucharlo solo la motivó a acelerar su paso.

     - Ma-Marinette... – Alya intento detenerla pero no lo logró.

  Él la miró alejarse sin siquiera voltear y eso le desmotivó.

  Bajó la mirada siendo observado por su confundido amigo. Nino. No sabía si hablar del tema o solo callarse.

  Desde hacía más de una semana que la chica de radiante personalidad se había mostrado agotada y por si no fuera poco, evitaba al rubio a toda costa, cosa que no era para nada normal. El mismo tiempo que Lila había ido de viaje para atender a su abuelo que había enfermado. Todos habían notado el trato de la chica hacia el rubio y lo que era peor, ni siquiera su mejor amiga sabía lo que había ocurrido a la franco-oriental.

  Pero justo ahora, casi creyendo que alucinaba, vio como una lágrima caía del rostro del rubio el cual apoyaba su barbilla en su pecho escondiendo su gesto de los demás.

      - B-Bro...

  Nino intentaba consolar a Adrien aprovechando que el salón estaba casi vacío de no ser por Sabrina y Cloe. Siendo esta la última en salir apresurada del salón.

     - ¡Marinette! ¿¡Me puedes decir lo qué está ocurriendo contigo!?

  La portadora del prodigio detuvo su caminar sin siquiera mirar a su amiga. La cabeza le retumbaba. Tenía poco más de una semana queriendo decir que estaba enferma pero incluso el doctor dijo que no presentaba ninguna enfermedad. Lanzando todo síntoma al estrés acumulado de los exámenes. Pero cuando sus padres comentaron a los akumas y lo afectada que había estado ella, el medico les recomendó agendar una cita con un psicólogo.

  Pronto sintió un apretón en su hombro haciéndole levantar la mirada al chico que se posaba delante de ella. Era Luca.

     - Marinette, tenemos que hablar. –sugirió el chico.

     - No tengo nada de qué hablar.

     - ¡Pues tendrás qué!. –intervino Alya. –. ¡NO TE RECONOZCO!.

  La chica estaba desgastada. Quería gritar pero la verdad es que no tenía la fuerza para hacerlo.

     - ¡Dupain Cheng!

  La nombrada se giró mirando a una rubia posando de manera altanera en la cima de los escalones que daban a la entrada del colegio.

     - No me importa lo que esté pasándote. –su mirada era tan severa que Marinette se despabiló solo admirándola. –. Pero como vuelvas con esa actitud el lunes, juro que te hago recapacitar.

  Alya no era partidaria de prestarle atención a los disparates de Cloe pero, por primera vez tomó en serio las palabras de la chica. Y eso la hizo estremecer. Miró nuevamente a su amiga la cual volvía a tener su mirada en el suelo.

     - No sé lo que te pasa Marinette, pero ya te di mucho espacio.

     - ¿Puedo ayudarte? –preguntó el chico.

     - Preferiría que estuviéramos solas. –zanjó la morena mirando molesta al mayor.

     - Yo... –la voz de Marinette los sorprendió. Sonaba temblorosa. Como si estuviera por llorar. –... no sé lo que estoy haciendo.

  La confesión los sorprendió pero la sorpresa inicial no fue siquiera comparada a la que sintieron cuando se les echo encima abrazándolos a ambos.

     - Ma-Marinette...

  Ambos silenciaron luego de coincidir nombrando a su amiga.
  Se miraron entre ellos dos sabiendo que algo malo le pasaba a la chica pero no aquello que la afligía. Estaban preocupados como todos pero solo ellos podían ayudarla si era a ellos a quien ella les pedia auxilio.
  Y ahí estarían para ella.

Ángel terciopelado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora